La isla del Georgia del Sur o de San Pedro, una dependencia británica cercana a la Antártida, se ha convertido en el primer territorio del mundo que logra la erradicación completa de las ratas tras un programa de control que ha durado 10 años y ha costado unos 11 millones de euros, según anunció ayer el South Georgia Heritage Trust (SGHT), el organismo coordinador de los trabajos.

Los primeros roedores llegaron a la isla como polizones con el capitán James Cook a finales del siglo XVIII, se multiplicaron gracias a los barcos balleneros que fondeaban en la isla y en sus dos siglos de permanencia han tenido un efecto nefasto sobre el medio ambiente local. Las antaño nutridas colonias de albatros, petreles, patos piquidorados de Georgia, bisbitas y otras especies de aves marinas propias de la isla, acostumbradas a vivir sin depredadores naturales, habían sufrido un declive mayúsculo porque las ratas se comían sus huevos y sus crías recién nacidas.

Aunque la situación ya está cambiando, al inicio del programa de desratización la isla contaba con menos del 1% de la población original de aves marinas, según Tony Martin, biólogo de la Universidad de Dundee que inició el programa. Georgia del Sur, la mayor isla del archipiélago del mismo nombre, mide 130 kilómetros de largo y unos 30 kilómetros de ancho, con una extensión total de 3.500 kilómetros cuadrados.

El territorio es muy accidentado y de clima riguroso. No tiene población permanente, aunque sí dispone de un destacamento militar en los meses de verano y recibe ocasionalmente visitas de cruceros que recorren las aguas antárticas. Lo que se ha hecho en los últimos años ha sido esencialmente repartir poco a poco y mediante tres helicópteros unas 300 toneladas de cebos envenenados en las zonas de paso que suelen utilizar los roedores para desplazarse.

El producto empleado ha sido de acción lenta, lo que significaba que los roedores regresaban a sus madrigueras para morir y sus cadáveres no eran consumidos por las aves. Tras 10 años de trabajo, el SGHT ha informado de que ninguna rata fue capturada en los dispositivos a base de mantequilla de cacahuete colocados el pasado invierno para comprobar si seguía habiendo roedores. Tres perros rastreadores y sus adiestradores también caminaron cientos de kilómetros a través del accidentado terreno. «Durante los últimos seis meses de trabajo, no se ha encontrado ni una sola señal de roedores en toda el área», ha comentado Mike Richardson, presidente del comité del proyecto.