Las dificultades logísticas de la Estación Espacial Internacional (ISS) han devuelto a la profesión de astronauta el halo mítico que tuvo en tiempos de la Mir, su antecesora soviética, cuando los cosmonautas malvivían durante meses a 300 kilómetros de altura con el aire enrarecido e infinidad de obstáculos. En definitiva, para superhombres.

Con la musculatura atrofiada, pero la sonrisa en los labios, el ruso Serguei Krikaliov y el norteamericano John Philips regresaron ayer a la Tierra después de haber permanecido en órbita la friolera de 180 días, bastante más de lo previsto el 17 de abril, cuando iniciaron su aventura espacial. Y todo ello debido a una simple razón: hasta este mes no ha habido ni dinero ni naves adecuadas para enviar a sus sustitutos.

Junto a ellos regresó también el millonario norteamericano Greg Olsen, que había subido a las alturas hace 10 días en compañía de la nueva tripulación de la ISS. Los tres bajaron del módulo de aterrizaje cerca de Arkalyk, en la estepa kazaja. Olsen, de 60 años, estaba eufórico. Aunque Philips y Krikaliov no mostraban problemas de salud aparentes, deberán entrenarse a conciencia para recuperar musculatura y volver a correr.

Trayectoria espectacular

Krikaliov, que ya era un héroe ruso antes de partir, regresa convertido en el astronauta que ha pasado más tiempo en el espacio en la historia, con un total acumulado 803 días. Entre las anécdotas del recio Krikaliov destaca su cambio de nacionalidad entre 1991 y 1992: subió a la Mir como soviético y regresó como ruso. Asimismo, fue el primer cosmonauta que voló en una nave de la NASA (1994) y luego fue escogido por méritos para formar parte de la primera tripulación de la ISS (2000).

Durante los años 80, la URSS exprimió a sus cosmonautas con estancias en la Mir que duraron varios meses e incluso un año entero. Sin embargo, cuando se concibió el programa de vuelos a la ISS se consideró que tres meses serían más que suficientes para analizar el comportamiento del cuerpo humano sin gravedad. El accidente del Columbia y las dificultades económicas en Rusia han provocado que la ISS se encuentre ahora, tristemente, a expensas de Olsen y otros excéntricos millonarios capaces de desembolsar 20 millones de dólares para satisfacer sus caprichos. "Tenemos varios turistas potenciales de varios países", recuerdan las autoridades rusas.