La contaminación generada por los rápidos procesos de industrialización en Asia está cambiando el patrón climático del mundo. Es la conclusión de un estudio que señala a las partículas en suspensión como el origen del fortalecimiento de las tormentas en el Océano Pacífico y las temperaturas más bajas en países como Estados Unidos o Canadá. El informe confirma que la contaminación no sólo afecta a los pulmones cercanos, sino que debe de ser atendida con estrategias globales.

Científicos de la Universidad Texas A&M han comparado el nivel de partículas generadas por el hombre desde 1850 hasta el 2000 (es decir, desde la época preindustrial) y descubierto que su fuerte incremento causa ciclones más fuertes en las latitudes medianas del Pacífico, un aumento de las precipitaciones y un movimiento más rápido del calor de los trópicos hacia el Polo Norte.

Los autores han estudiado el papel que juega la contaminación en la formación de nubes y tormentas que se generan en invierno en el este de Japón. Hasta ese terreno, cuna de los ciclones, llevan los vientos del monzón los aerosoles (concentraciones de partículas finas en suspensión) de Asia.

La mayor parte de los componentes naturales de los aerosoles, que definen el comportamiento de las tormentas, son la sal marina levantada por las olas y polvo proveniente del continente. Pero esas partículas han sido superadas en los últimos años por las generadas por el hombre.

Mediante un programa informático, los investigadores han recreado los efectos de seis tipos diferentes de aerosoles en la formación de las nubes y concluido que los más significativos son los sulfatos, provenientes de la quema de carbón. Otros tienen su origen en los vehículos a motor y la producción industrial.

CONDENSACIÓN El incremento de partículas en suspensión provoca que el proceso normal de formación de nubes mediante la condensación del vapor de agua dé como resultado gotas más numerosas. También son más pequeñas, lo que permite que suban a capas superiores de la atmósfera y formen hielo antes de generar las precipitaciones.

El fenómeno podría tener consecuencias colaterales globales, según el estudio. "Los efectos son dramáticos. La contaminación provoca nubes más altas y densas, y más lluvias", ha señalado el líder del estudio, Yuan Wang, investigador del Jet Propulsion Laboratory de la NASA. "Debido a que el recorrido de tormentas del Pacífico en un componente importante en la circulación global, el impacto de la contaminación asiática tiende a afectar a los patrones climáticos de otras partes del mundo durante el invierno, especialmente en una región como Norteamérica". Renyi Zhang, coautor del estudio, señala que el último invierno en Estados Unidos, inusualmente gélido, se explica "muy probablemente" por la contaminación asiática.

MAYORES TORMENTAS Las tormentas en el noroeste del Pacífico son ahora un 10% más vigorosas que 30 años atrás, cuando predominaba el modelo productivo rural en China e India. La formación de aerosoles frenan el calentamiento global porque enfría la atmósfera. Los investigadores, sin embargo, descartan sus efectos positivos porque la excesiva formación de nubes cambia los patrones de las tormentas.

La contaminación rampante en China es bien conocida. La factura por haber sacado a 400 millones de personas de la pobreza en tres décadas es una ruina medioambiental. La lucha contra la contaminación forma parte del discurso oficial desde hace años y Pekín tiene ambiciosos planes en fuentes renovables, pero las buenas intenciones chocan contra las necesidades productivas y un modelo que aún saca del carbón el 70% de su energía. Menos mediático es el cuadro indio. Recientemente, un estudio de las universidades de Yale y Columbia certificaba que Nueva Delhi estaba más contaminada que Pekín.