Ni la poderosa NASA no tiene hoy en día capacidad de llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS), un complejo orbital situado a 400 kilómetros de altura, es de ilusos pensar que el enorme reto que supone colocar a cuatro humanos en Marte en el 2024 esté al alcance de una inexperta empresa holandesa, Mars One, que ahora se financia casi a base de micromecenazgo, incluyendo tazas de café a 18 dólares y camisetas a 30, y cuyas esperanzas están puestas en la venta de los derechos de retransmisión televisiva de las pruebas preparatorias.

Para ir a Marte se necesita algo más que entusiastas voluntarios dispuestos a no regresar. También algo más que el apoyo sentimental del nobel holandés Gerardus't Hooft, figura destacada en la web de la empresa. Para acometer una gesta de esas dimensiones se precisa mucho dinero, planificación y una tecnología aún no disponible y que difícilmente lo estará de aquí a ocho años. Esto es, claro está, si se pretende que los incautos aventureros no sufran rápidamente un cáncer, se congelen o mueran tan pronto se acabe el oxígeno de su nave.

Colonia autosuficiente

Mars One prevé la construcción de una especie de colonia autosuficiente que ocupará unos 3.000 metros cuadrados y en la que podrán vivir a cubierto unas 20 personas con sus propios cultivos y sus paneles fotovoltaicos.

Muchos más detalles no ofrece la web. Para que ello sea posible será necesario disponer de un colosal cohete capaz de lanzar al espacio una nave de varias toneladas de peso.

Luego, obviamente, se necesitará que la citada cápsula no sea un ataúd para sus cuatro primeros tripulantes y cuente con una protección contra la peligrosa radiación cósmica que se sufrirá en el viaje de diez meses los análisis efectuados con el Curiosity de la NASA demostraron que el pequeño robot sufrió camino de Marte una radiación varias veces superior al límite aceptable para los humanos. Todas estas tecnologías no existen por el momento.

Mars One ha puesto sus ojos en la empresa estadounidense SpaceX, que ha desarrollado un cohete de grandes dimensiones, el Falcon 9 Heavy, y tiene en previsión una nave tripulada para acudir a la ISS, pero se necesitará al menos una década para acondicionarlos para una misión a Marte. El motivo es que no es lo mismo lanzar un satélite en una órbita cercana que una nave interplanetaria que, como mínimo, debería llevar varias toneladas de carga útil, entre víveres y materiales para una prolongada vida en el planeta, incluyendo sistemas para la reutilización total del oxígeno y el agua.

Mars One confía en poder obtener agua a base de calentar la tierra marciana y así aprovechar los cristales de hielo que contiene, pero no hay garantía de éxito.

Diversas estimaciones sugieren que la colonia pesaría 400 toneladas, una barbaridad cuya construcción necesitaría no una avanzadilla de tres o cuatro naves de exploración, como cita la web, sino posiblemente medio centenar. Por si fuera poco, la nave tripulada debería aterrizar sin contratiempos y, a poder ser, cerca de las naves con víveres llegadas con anterioridad, dos cuestiones que no están garantizadas.

Los más críticos temen que los planes de Mars One se limiten finalmente a la celebración de dos grandes hermanos en suelo terrenal. De hecho, Mars One aspira a financiar buena parte del vuelo con las imágenes de los dos prolongados entrenamientos. Ahí sí tiene experiencia: el impulsor de la empresa es Paul Römer, creador del Gran hermano holandés.