El agua es un arma de guerra. Más de 180 millones de personas que viven en zonas de conflicto no tienen acceso a agua potable. La cuestión se recrudece cuando esta emergencia afecta a los lugares donde la guerra golpea más fuerte. Estamos hablando de Yemen, Siria, Nigeria, Sudán del Sur y Somalia. «Las personas que viven en contextos delicados tienen cuatro veces más probabilidades de carecer de agua potable», afirma un estudio reciente de Unicef en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), difundido con motivo de la Semana Mundial del Agua.

La ONU estima que, de los 484 millones de personas que vivían en «entornos frágiles» en el 2015, unos 183 millones carecían de agua potable. El fenómeno facilita la propagación de enfermedades que pueden ser mortales, como sucede en Yemen con el actual brote de cólera que ha afectado a más de 300.000 personas y ha causado 1.700 muertes, según el Comité Internacional de Cruz Roja.

El caso de Yemen es especialmente traumático. Este conflicto, que empezó en el 2014, enfrenta las fuerzas gubernamentales (con el apoyo de Arabia Saudí) y el grupo insurgente de los hutís (que cuenta con la ayuda de Irán). El saldo de víctimas de esta guerra olvidada ya suma 15.000 muertos y cinco millones de personas forzadas a dejar sus casas. El acceso al agua aquí es también una cuestión fundamental. Unos 15 millones de personas «sufren cortes regulares en el suministro de agua y saneamiento», debido a los daños causados por los enfrentamientos bélicos. Además, el 62% de la población está en alerta por inseguridad alimentaria, según los últimos datos de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.

USO A CONVENIENCIA / Otro caso paradigmático de la crisis del agua se encuentra en Siria. Allí la guerra se ha llevado más de 330.000 vidas humanas; las balas matan también de sed. El agua se ha usado como un recurso a conveniencia que ha tenido consecuencias directas en la población. «El agua ha sido utilizada frecuentemente como arma de guerra», denuncia Unicef. Un ejemplo que ilustra esta dinámica es que «solo en el 2017, ha habido al menos 30 cortes de agua deliberados en Damasco, Alepo, Hama, Raqqa y Deraa», precisado la ONU. En Siria, 15 millones de personas necesitan «agua segura»; entre ellos se contabilizan más de seis millones de niños.

Las guerras en África también matan de sed, y más en zonas de influencia del terrorismo de Boko Haram. En Nigeria, un país azotado por la corrupción y la pobreza, la población vive entre la miseria y el olvido institucional. En el noreste, «el 75% de la infraestructura de agua y saneamiento ha sido dañada o destruida, dejando a 3,6 millones de personas sin servicios básicos», apunta el informe. La situación es alarmante y no parece que se vaya a revertir. Nigeria es el tercer país con el impacto terrorista más elevado del mundo y la población civil se lleva la peor parte. Más de la mitad de las personas fallecidas por la violencia -perpetrada mayoritariamente por Boko Haram-son civiles, tal como recoge un estudio del Instituto para la Paz y la Economía.

Mientras, en Sudán del Sur, donde los enfrentamientos entre el Gobierno de Salva Kiir y los rebeldes de Riek Machar duran ya tres años, «casi la mitad de los puntos de agua de todo el país han sido dañados o completamente destruidos», ha señalado la agencia de la ONU para la infancia.

También Somalia está en el punto de mira. La situación de conflicto e inestabilidad política se ve agravada por una sequía atroz que afecta a más de seis millones de personas. Las alarmas se han disparado por las enfermedades que provoca no tener agua potable; el país sufre el peor brote de cólera de los últimos cinco años. Además, estas amenazas tienen sus raíces en la eterna guerra abierta desde los años 90. Somalia tampoco se libra del terrorismo y grupos como Al Shabab siguen segando vidas. Las fuerzas gubernamentales, las tropas de la Unión Africana y las milicias aliadas «son responsables de ataques indiscriminados, violencia sexual y arrestos y detenciones arbitrarias», según denuncia Human Rights Watch.

Sanjay Wijesekera, responsable de agua, saneamiento e higiene de Unicef, ha recordado que «en los países asolados por la violencia, el desplazamiento, el conflicto y la inestabilidad, los medios básicos de supervivencia para los niños -como el agua- deben ser una prioridad».