La liturgia japonesa concluyó el mayor escándalo científico en años. Haruko Obokata agachó su rostro hacia los presentes apretados en la sala de prensa e imploró disculpas entre sollozos. "Siento una gran responsabilidad y pido perdón por las preocupaciones ocasionadas a mi centro y colaboradores", dijo frente a una tormenta de flases. Poco importó que asumiera los errores formales pero defendiera sus conclusiones: la ceremonia sellaba el descenso del olimpo de la ciencia al lodo de la ignominia en cuatro meses de la joven que con 30 años lideraba un equipo de investigación en el prestigioso Centro de Desarrollo Biológico de Riken (Kobe, Japón).

El colofón fue tan ruidoso como la publicación el 29 de enero de dos artículos en la revista Nature. Las investigaciones de Obokata abrían una nueva era en la medicina regenerativa. Había logrado reproducir células madre adultas en apenas media hora. Ya no era necesario retrasar el reloj biológico de las células embrionarias mediante una farragosa concatenación de factores. Bastaba con someterlas a un ligero estrés con un breve baño de ácido o presionando sus membranas para conseguir nuevas STAP (células madre pluripotentes mediante estrés). Las células derivadas, genéticamente idénticas, tenían el valor añadido de que evitaban el rechazo habitual al material biológico ajeno. Rápido y fácil. No extraña que su nombre sonara para el Nobel.

Ocurre que los colegas que se lanzaron a replicar los resultados siguiendo las instrucciones de Obokata no lo encontraron ni rápido ni fácil. A la tozuda imposibilidad de conseguirlos se añadieron las sospechas sobre imágenes manipuladas y texto plagiado en los artículos. Las dudas se amontonaban cuando el propio centro Riken creó un comité de investigación que encontró evidencias de falsificación e invención. Manipuló los datos en al menos dos de los seis problemas detectados y coló imágenes de estudios anteriores. ñSus acciones y la chapucera gestión de los datos nos llevan a concluir que no solo carece por completo del sentido de la ética en la investigación sino de la integridad y humildad exigida a un científicoO, concluyó el comité. Obokata fue condenada por fraude científico por su centro y su director, Masatoshi Takeichi, recomendaba la retirada de los artículos y repetir las investigaciones desde cero. Pero el centro Riken no entraba en el nudo del asunto: ¿existen las STAP? Se limitó a concluir que las dudas sobre el trabajo de Obokata "son tan serias" que había que rehacerlo.

La condena por fraude es una mancha indeleble en un investigador, pero la bióloga pretende seguir con su carrera. "No tendré que empezar de cero, sino de menos 100", ha admitido. En Japón se la glosaba como la Marie Curie nacional. Joven, guapa y elegante, iba a contrapelo en la comunidad científica masculina y canosa. Realizaba los experimentos con un delantal de cocina tradicional que le había regalado su abuela en lugar de las anodinas batas blancas.