Las aguas han empezado a remitir y el cielo se ha despejado ya de esas nubes que desde el viernes pasado dejaron precipitaciones sin precedentes en Tejas, pero el Harvey está muy lejos aún de poder pasar a ser un recuerdo. Las consecuencias del huracán devenido en tormenta tropical siguen golpeando a algunas comunidades tanto en Tejas como en Luisiana, la explosión de varios contenedores de una planta química expone los peligros que se mantienen y los riesgos para la salud se multiplican. La recuperación de una catástrofe que ha dejado al menos 47 muertes y ha provocado un millón de evacuados se anuncia ya como «un proyecto de varios años», según declaró el gobernador de Tejas, Gregg Abbott. Y la propia Administración de Donald Trump anticipa que esa recuperación será «larga y frustrante».

Nadie se atreve a poner aún una cantidad en la factura que acabará pasando el Harvey y aunque de momento se han estimado 80.000 millones de dólares en daños, se calcula que la cifra final puede alcanzar los 190.000 millones, superando los 160.000 millones que, ajustando los datos a la inflación, costó el Katrina.

Un factor clave será cuando pueden reabrir las refinerías de la región, uno de los núcleos energéticos de Estados Unidos, cuyo cierre ha dejado al país sin el 20% de su capacidad de producción y ha disparado el precio de la gasolina al nivel más alto en los dos últimos años. La Casa Blanca de momento ha solicitado al Congreso que apruebe una partida de 7.850 millones, de los que el 94% irá a la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) y el resto a un programa de créditos a pequeñas empresas y propietarios de viviendas.

Y Trump, cuyas políticas negacionistas del cambio climático han quedado en evidencia, vuelve a comprobar este sábado el devastador poder del Harvey. Así como el martes el mandatario y la primera dama, Melania Trump, visitaron Corpus Christi y Austin, fuera de la zona de desastre, y centraron su atención en los trabajos de respuesta, este fin de semana visitan zonas y personas directamente afectadas en Houston y Lake Charles. En Houston, la cuarta ciudad más poblada de EEUU, el peregrinaje de retorno ha empezado para muchos, aunque prosiguen las evacuaciones en zonas cercanas a dos reservas acuíferas, donde las autoridades están dejando salir agua de los embalses para evitar que se desborden. La escasez de gasolina ha afectado a la región, aunque el gobernador Abbott ha acusado a los medios de exagerar el problema y asegura que con partidas llegadas de otros estados hay combustible suficiente.

En otros puntos de la zona, además, hay algo más que recordatorios de la catástrofe. Beaumont, una ciudad tejana de casi 120.000 habitantes, lleva desde el jueves sin agua corriente, una situación que la policía local reconoce que provoca «algo de pánico». Y en Crosby, también en Tejas, la explosión de tres contenedores de peróxidos orgánicos de una planta química y el riesgo de que otros seis sigan el mismo camino mantienen vivo el temor a accidentes de otras empresas de la industria pesada en la zona. De hecho, el organismo especializado en seguridad de químicos ha pedido a empresas de petróleo y gas que cerraron por la tormenta extrema precaución cuando reinicien sus operaciones. Decenas de miles de personas siguen, además, acogidas en refugios, donde se han registrado casos de enfermedades vinculadas a virus y aguas contaminadas.