El colmo de la miseria. El relato policial habla de un hombre de 24 años, de nacionalidad española y de etnia gitana, que en algún momento después del verano se dio cuenta de la llegada de un grupo de subsaharianos a una nave abandonada de su barrio de Barcelona. Lejos de echar una mano, decidió extorsionarles y reclamarles 40 euros al mes. A cambio de nada. O sí: de evitar lo que sucedió el martes. Al no cobrar cuando a él le venía bien, a pesar de que el inmueble nunca fue suyo, decidió prender fuego a la fábrica cuando 14 de estos jóvenes estaban dentro. Algunos quedaron atrapados en el interior y solo pudieron evitar las llamas trepando por los tejados. Por suerte, y porque las autoridades llegaron a tiempo, no hubo que lamentar heridos, tan solo un tobillo torcido.

Los Mossos pudieron detener al joven, al que acompañaban otras cinco personas, en el mismo lugar de los hechos. Se le imputan los delitos de incendio, amenazas, coacciones, resistencia y desobediencia a la autoridad. En el momento del arresto, siempre según la policía, lanzó todo tipo de insultos racistas a los atemorizados inquilinos de la fábrica. No contento con su afronta verbal, rompió la ventana del coche patrulla. Los agentes también se llevaron a comisaría a la novia, de 20 años, tras su airada reacción al arresto de su pareja.

Doce de los subsaharianos, todos por debajo de los 25 años, fueron trasladados a un equipamiento municipal donde ayer empezaron a ser entrevistados por los servicios sociales. El ayuntamiento, de hecho, tenía entre sus tareas pendientes desalojar el edificio tras verificar los bomberos a finales del mes de noviembre el delicado estado de la estructura.

Manel Andreu, miembro de la red de apoyo a los asentamientos de inmigrantes en el barrio de Poblenou, dice que poco puede aportar a este caso concreto de Via Trajana, pues esta era una colonia que la entidad no tenía controlada por una cuestión geográfica. Pero cuenta que aunque sí se han registrado casos de extorsión interna, esto es, entre jóvenes dentro de una misma nave ocupada, nunca había oído hablar de esta nueva figura de chulo inmobiliario, una versión insólita del realquiler de pisos ocupados.

Andreu está al tanto de las historias de novatos, de cuando llegaba el nuevo y le hacían pagar un tanto por el suelo, el agua o la luz. La ley del más fuerte, o en este caso, que llega primero.