Conseguí saltar la verja de Melilla, pero la Guardia Civil me entregó a los marroquís. ¿Por qué lo hizo, sabiendo que me esperaban con palos, porras, alambres y bates de béisbol? Me cogieron entre ocho agentes y me apalearon hasta dejarme moribundo en el suelo". El que habla es Ben Ibrahim, un joven gabonés que yace inmovilizado sobre unos cartones mugrientos en un bosque de Uxda, en el este de Marruecos, a tiro de piedra de la frontera argelina. El suyo es uno de los múltiples relatos que denuncian que las autoridades marroquís han sacado una vez más el puño de hierro para reprimir los de nuevo crecientes intentos de los inmigrantes subsaharianos de llegar a España.

Tanta violencia, coinciden en afirmar varias organizaciones defensoras de los derechos humanos, no se veía desde la sangrienta crisis del 2005, en la que varios inmigrantes murieron a tiros en las vallas de Ceuta y Melilla. Tras el refuerzo de la seguridad a ambos lados de las verjas y unos años de relativa calma, la presión migratoria se ha reactivado. Ante ello, repetidas visitas oficiales y extraoficiales de delegaciones españolas a Marruecos --entre ellas la del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, hace dos meses-- han tenido, entre otros objetivos, el de convencer a las autoridades marroquís de la necesidad de frenar el flujo de inmigración clandestina.

UNA "VIOLENCIA INUSITADA" "El Gobierno español ha pedido encarecidamente a Marruecos que luche contra la inmigración clandestina y lo está haciendo, pero repartiendo estopa a todo el mundo. Desde diciembre, hay redadas y deportaciones todos los días y se ejerce una violencia inusitada contra los subsaharianos", denuncia Hasán Amari, presidente de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) en Uxda.

Así las cosas, las mafias buscan y encuentran nuevas vías de acceso, como se ha visualizado con el desembarco de decenas de subsaharianos en la Isla de Tierra, un peñasco bajo soberanía española frente a Marruecos.

Médicos Sin Fronteras (MSF) daba ayer también la voz de alarma: "El número de víctimas de violencia atendido en nuestras clínicas móviles va en aumento desde finales de mayo", explicó su coordinador general en Marruecos, David Cantero.

Pero nada de todo ello disuade a los miles de desesperados que aguardan en los bosques de Nador (junto a Melilla) y Uxda de jugarse el pellejo para tratar de llegar a Europa. "He intentado saltar la valla cuatro veces. En una lo conseguí, pero la Guardia Civil me devolvió herido. Lo seguiré haciendo aunque me suponga la muerte. Tengo tres hermanas pequeñas que cuidar", dice Jamal, un camerunés de 18 años.

"La semana que viene lo volveré a intentar", dice el muchacho, que asegura conocer los trucos para escalar el alambrado, de siete metros de altura. En las últimas semanas han vuelto los asaltos a la valla, y ayer lo intentaron otros 160. Solo entraron cinco. Unos 2.000 subsaharianos esperan en Uxda. Además de los que permanecen en los bosques, cientos de ellos se refugian en el campus universitario. Tratarán de llegar hasta Melilla, a 190 kilómetros. Si son interceptados, Marruecos les deportará a la frontera argelina. Volverán en cuestión de horas.

Adil, que dice haber huido de Mali por razones políticas, se ha vendado los tobillos con papel de periódico, a la espera de que le atiendan miembros de MSF. "Solo queremos vivir en paz. ¿Por qué nos hacen esto? Por eso queremos salir de Marruecos, para disfrutar de los derechos humanos que en Europa sí existen". Tiene la cara quemada por el sol y se le pierde la mirada. Las batidas policiales no les dejan coger el sueño y muchos tienen problemas de salud mental.

Cuentan con la ayuda de MSF, que les proporcionan mantas y ropa que luego acaban calcinadas. La comida esparcida sobre la maleza y la basura acumulada sirven de sustento a gatos famélicos. "Es como descender a los infiernos", relata Abdalá, nigeriano. "Cientos de inmigrantes con heridas muy graves han sido expulsados a Argelia", afirma el responsable de la AMDH.

Marruecos no admite nada de eso, y no reconoce tener un problema con la inmigración clandestina. "Rabat actúa pensando en sus relaciones con España y Europa, no porque el tema le preocupe directamente", dicen fuentes policiales de Melilla.