Jeff Hearn (Londres, 1947) es un estudioso de la masculinidad. Este sociólogo inglés colabora en tres universidades de Suecia, Finlandia y Reino Unido y es miembro fundador de la asociación Profeminist Men. Con ocasión del Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer trata de desmontar el mito del hombre como catalizador del poder social y político.

--¿Tenemos una idea mal formada sobre la masculinidad?

--Hay ciertos elementos que hacen que usted sea, obviamente, un hombre. Está la barba, los rasgos físicos. Muchos estereotipos vinculados al hecho masculino. Pero hay mucho más: está la actitud.

--¿La actitud define la masculinidad?

--Es el modo cómo usamos el poder, cómo nos interpretamos a nosotros mismos. Las maneras de hacer, de vestir, vinculadas al hecho de ser hombre. No existe una única versión. Hay quien lo vincula con el mundo del deporte. O los negocios, o el poder político. Incluso beber mucho alcohol.

--¿El macho ibérico es la masculinidad llevada al extremo?

--Puede serlo, sin duda. En otras culturas también existe esta figura, con otros formatos, pero también reconocible. En Finlandia, donde vivo, el macho vendría a ser el hombre que combatió la invasión rusa y venció.

--¿La mala interpretación de este concepto puede derivar en violencia?

--Es uno de los puntos clave. Aunque existen varios tipos de violencia machista, no solo física, sino también psicológica. No siempre se trata de agresiones. Focalizarse solo en los moratones convierte otro tipo de abusos en dramas invisibles.

--¿Una mujer que pega a su marido sufre un exceso de masculinidad? ¿Por qué no hablamos de la violencia entre parejas del mismo sexo?

--La palabra adecuada no creo que sea sufrir. Simplemente, son papeles cambiados. En mi país sí se habla de la violencia entre homosexuales. ¿Aquí no? Hay estudios que demuestran que el nivel de violencia entre parejas del mismo sexo es similar al de parejas formadas por un hombre y una mujer.

--¿Ha comparado alguna vez los niveles de violencia machista en Europa?

--Cuando preguntas a una mujer si ha sufrido violencia de género, la manera cómo se interpreta la cuestión es distinta según el país en el que se plantee. Es complicado obtener información fiable o comparable. Resulta contradictorio, pero los países con más igualdad es donde las mujeres admiten más los abusos.

--Quizás las otras tienen miedo...

--Sí, el contexto siempre es importante. Y las consecuencias. En algunos países está estigmatizado, o simplemente está aceptado que una persona sea víctima de abusos. Hay una gran paradoja a este respecto, aunque creo que el tema está cada vez más presente en la agenda política.

--La educación también es clave. Ciertas generaciones de este país se han formado con dibujos animados y cuentos repletos de machismo.

--Eso no es bueno. ¿Quién cuida de los niños? ¿Quién se encarga de la casa? Todas estas cosas son importantes. Y la educación debe ocuparse de ellas. Hace falta una sociedad más democrática. Se han hecho estudios comparativos entre la igualdad de sexos a nivel doméstico y el nivel de violencia en el hogar. Se ha demostrado que hay una absoluta relación: cuánta más igualdad existe, menos casos verificados de violencia. En Noruega se comprobó que la igualdad genera sociedades más felices. Si hay más igualdad, habrá menos depresión y más felicidad. Otro estudio internacional, que incluía países como la India o Brasil, concluyó que los hombres que recurren a la violencia tienen un problema de fondo: no son felices.

--¿Cómo estamos en este tema comparación con hace 20 años?

--Ahora hay mucha más consciencia sobre la violencia doméstica. Y menos estigma. Gracias al activismo feminista y a la política, por fin forma parte del debate público.