"La corrupción apesta, la sociedad corrupta apesta, como apesta un animal muerto, y un cristiano que deja entrar dentro de sí la corrupción no es un cristiano. Apesta". Con esta contundencia se expresó ayer el Papa nada más llegar al barrio napolitano de Scampia, la cuna de la Camorra, con unas altísimas tasas de paro y considerado uno de los principales supermercados de la droga de Europa. Allí, tras asegurar que los inmigrantes "no son seres humanos de segunda clase", porque "todos somos migrantes", y denunciar el drama del paro juvenil masivo, culpa de "un sistema económico que descarta", Francisco condenó la corrupción como origen de todos los problemas.

"Pero díganme, si nosotros les cerramos la puerta a los inmigrantes, le sacamos el trabajo y la dignidad a la gente, ¿cómo se llama esto? Se llama corrupción", continuó. "La falta de empleo roba la dignidad", añadió, para afirmar a continuación que, "en esos casos, la persona corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación". El Pontífice quiso acompañar su mensaje directo de una gran proximidad física, lo que le llevó a estar muy cerca de los fieles en todo su recorrido por las calles.

Desde hace años, se intenta vencer una batalla en Scampia que, de tan repetida, ya apenas obtiene unas líneas en los diarios o unos minutos en la televisión. Solo cuando en las calles se dispara y se mata --como ocurrió la última vez de forma grave en el 2012, en ocasión de la enésima guerra entre clanes-- el país se vuelve nuevamente hacia esta ciudad dormitorio. En ella transcurrió la guerra camorrista del 2005 relatada por Roberto Saviano en el libro Gomorra.

Con Scampia como preámbulo y leitmotiv de su periplo napolitano, el Papa --que por la mañana había aterrizado en Pompeya, donde estuvo una escasa media hora-- se fue a la céntrica plaza del Plebiscito y allí, en medio de ese plató mucho más acomodado y elegante, clamó directamente contra la mafia napolitana. "Queridos napolitanos, no se dejen robar la esperanza (...) Reaccionen con firmeza contra las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, los pobres y los débiles con el cínico tráfico de drogas y otros crímenes", dijo. Y agregó: "A los criminales y a todos sus cómplices, hoy, con humildad y como hermano, les pido: Convertíos".

Fue una alocución que pareció también indirectamente dirigida al clero, pues el arzobispo de Nápoles, Crescenzio Sepe, fue investigado por corrupción hace apenas cinco años.