La historia en Occidente y la lógica sugieren que el desarrollo económico y la igualdad entre sexos caminan juntos. Asia lo desmiente. Japón y Corea del Sur, sus sociedades más avanzadas, son de las más discriminatorias del mundo. La última clasificación del Foro Económico Mundial (FEM) coloca a la primera en el puesto 101 (junto a Tayikistán y Gambia) y a Corea del Sur en el 108 de 135 países. Japón ha perdido tres puestos desde el anterior informe. Incluso China, país en vías de desarrollo y con una raíz confuciana patriarcal, las supera de largo, en el puesto 69.

Japón, la tercera economía mundial y líder en innovación tecnológica, sigue aferrado a su estructura ancestral. La industria de la publicidad o el porno muestran cotidianamente a una mujer subordinada al hombre que incomodaría a la sensibilidad occidental. El cuadro persiste por mucho que la Constitución prohíba la discriminación y que se hayan aprobado numerosas leyes en los últimos años. Pensiones, impuestos, seguridad social y seguro médico se calculan con un patrón de familia de cuatro miembros en el que la mujer es todavía ama de casa.

EL MERCADO LABORAL La brecha es aún más dolorosa en el mercado laboral porque la idiosincrasia empresarial imposibilita compatibilizar familia y trabajo. "Los empleados no son tratados como individualidades sino como propiedades. Se espera que dediquen a la empresa las 24 horas, lo que impide las tareas familiares. Estas deben desviarse a otro miembro, que es la esposa. Las compañías mantienen el patriarcado, con las mujeres en casa. Si el empleado no acepta esa total dependencia, la empresa le condena a una segunda categoría porque no ha probado su entera lealtad y le considera como simple mano de obra intercambiable", asegura Hiroshi Nishihara, catedrático de Ciencias Sociales de la Universidad de Waseda (Tokio).

La proporción de mujeres empleadas a jornada completa bajó en Japón del 68,1% al 46,5% entre 1985 y el 2008. El 53,5% de las mujeres que trabajan tiene contratos de solamente media jornada; entre los hombres son un 19,1%. Las mujeres se dedican en su mayoría a tareas de oficina y a llevar el té. El 70% abandona su trabajo después de dar a luz y su reincorporación al mercado laboral es difícil porque las empresas piensan que han olvidado lo aprendido. "La mujer que no renuncia a su trabajo es considerada egoísta y encuentra poco apoyo incluso en su familia", juzga Nishihara.

Los hombres reciben un mayor salario si sus mujeres no trabajan y estas cobran poco por sus medias jornadas. Las regulaciones datan de los años 70 y no se han adaptado a las nuevas realidades ni a la problemática demografía. La sociedad sufre un acentuado envejecimiento, la mano de obra se reduce, la población será un 30% menor en el 2055 y la inmigración es escasa.

Una reciente encuesta gubernamental mostraba que el 51% de los japoneses preferían a la mujer en el hogar, un 10% más que dos años atrás. Nishihara no espera mejoras y sostiene que las mujeres que empiecen a trabajar tendrán bajos salarios y trabajos de baja calificación.