Resulta complicado que una saga contemporánea pueda hacerle sombra a la obra originaria en la que se basa. Pero si hay alguna que está cercana a conseguirlo, esa es sin duda la de 'El planeta de los simios'. La película de Franklin J. Schaffner de 1968 basada en la novela de Pierre Boule sigue siendo un monumento, un hito dentro de la ciencia ficción y la cultura popular, al mismo tiempo que una potente y reveladora metáfora en torno a la condición humana y poseedora de uno de los finales más impactantes de la historia del cine.

Son muchos los estudios que apuntan que dentro de esa película y las continuaciones que se llevaron a cabo en los años 70 se pueden rastrear algunos de los temas más controvertidos de la Norteamérica del momento: la guerra de Vietnam y la política exterior y sobre todo los problemas raciales, que en este caso estarían representados por el fin de la supremacía del hombre blanco en el planeta.

La importancia de la nueva franquicia es que ha sabido recoger todo este espíritu contracultural para adaptarlo a las necesidades de los nuevos tiempos y configurar una serie de potentes alegorías que se adaptan a la perfección a los convulsos tiempos en los que vivimos, capturando su energía de manera casi involuntaria o por puro instinto.

En ese sentido, el 'remake' que hizo Tim Burton en 2001 se quedó en mera anécdota, un producto visualmente atractivo pero incapaz de recoger la magnitud simbólica de su predecesora. Cuando Ruppert Wyatt plantó la simiente de esta nueva era de los simios, no sabíamos hasta qué punto era capaz de llegar la nueva saga.

LEVANTAMIENTO CONTRA LA OPRESIÓN

Y es que bajo la apariencia de un 'blockbuster' que ofrecía una maquinaria de entretenimiento perfectamente engrasada, en 'El origen del planeta de los simios' se escondía una interesante reflexión en torno a la toma de conciencia política de una sociedad que necesitaba revelarse frente a la hecatombe sufrida por la crisis financiera del 2008 y que daría lugar a un panorama convulso contra el poder económico y político. Ese levantamiento contra las injusticias y la opresión sufrida por el pueblo, estaban ahí presentes pa'ra certificar la insatisfacción de una ciudadanía asfixiada y oprimida. Casualidad o no, poco antes el estreno del filme se sucedieron las revueltas que darían lugar a la Primavera Árabe.

La parábola continuó creciendo cuando Matt Reeves se puso delante del proyecto. 'El amanecer del planeta de los simios' (2014) contenía contundencia expresiva, una enorme personalidad autoral y una gran fiereza a golpe de imágenes tan poderosas como la del simio César galopando sobre un caballo y empuñando un arma.

Ahora vuelve a recoger el testigo en 'La guerra del planeta de los simios', un cierre de oro para una espectacular trilogía, en la que al grito de “simios unidos jamás serán vencidos” nos introducimos dentro de los moldes de lo que podría ser una película bélica del género más clásico o un Kurosawa moderno. Pero no es la única textura que habita en una obra que parece reinventarse a sí misma a cada momento. Hay pasajes guerreros, pero también otros que recuerdan al wéstern crepuscular, también encontramos la película pura de aventuras, otra de motines y fugas carcelarias. Todo eso junto a un regusto de tragedia griega que remite a mitos como el de Ifigenia y referencias bíblicas explícitas en torno a la esclavitud y la búsqueda de la Tierra Prometida.

EL FANATISMO DE WOODY HARRELSON

El elemento humano se encuentra en esta ocasión reducido a la mínima esencia. Los primates son aquí los reyes de la función, mucho más emocionales, empáticos y complejos frente a nuestra raza, involucionada, animalizada y primaria. Absurda y demente. Mientras, César se convierte en el líder que todos querríamos tener. En un jefe de Estado justo, preocupado por los problemas y el sufrimiento de su pueblo y con una capacidad empática a prueba de bombas.

Tras el último episodio lo encontramos escondido en el bosque junto a una colonia de fieles seguidores que quieren olvidar los enfrentamientos acaecidos en el anterior capítulo y empezar de cero. Pero sus fuerzas comienzan a reducirse tras el asedio continuo de las tropas de un militar loco y obsesionado con su captura con el rostro de Woody Harrelson y los modos del coronel Kurtz de 'Apocaypse now', que muy bien podría simbolizar el fanatismo de los líderes islámicos ya que hay una mención explícita a la Guerra Santa y su modus operandis es el sometimiento a través del miedo y la violencia.

A pesar de la densidad del conjunto, Matt Reeves consigue dotar de una extraordinaria humanidad a la historia, además en esta ocasión introduce un personaje cómico, el Bad Ape que sirve para descargar tensión. Pero de nuevo el auténtico protagonista vuelve a ser Andy Serkis en la piel de César, junto a unos efectos visuales que están más que nunca al servicio de la historia y enfocados a la transmisión de emoción y sensibilidad a través de los gestos y las miradas de los primates.

El resultado, un cierre de lujo para una trilogía casi perfecta capaz de conjugar puro espectáculo visual y tecnológico repleto de imágenes bellísimas y una trama que incluye un sinfín de ideas que adquieren una oscura profundidad muy alejada del modelo canónico del 'blockbuster' superficial veraniego.