Para Leonardo Padura, Cuba es a la vez un destino feliz y una cadena, la amistad y el amor de su gente, y el ninguneo oficial de que apenas quiere hablar porque le importa “un carajo”. Nació en una casa en Mantilla, un barrio semirrural alejado del centro de La Habana, donde los chicos suelen jugar a beisbol por las calles. En esa casa creció, se casó hace 40 años, tuvo a sus hijas y allí vive su madre, Alicia, un amor de señora que a los 90 años y en determinados momentos se gasta un humor de perros y se pone “majadera”, como bien saben y comprenden los amigos que rodean al escritor.

'La transparecencia del tiempo' (Tusquets), es su novena aventura del melancólico detective habanero en busca de una talla románica de una virgen negra que robaron en Cataluña durante la guerra civil española.

¿Se da cuenta de que si alguien quiere saber como se ha vivido en Cuba en los últimos 25 años, necesariamente tendrá que pasar por sus novelas sobre Marido Conde? Si, uno de mis modelos para esta serie fue la protagonizada por Conejo de John Updike, que recorre cuatro décadas de vida norteamericana. La diferencia es que Conejo acaba enriqueciendose y eso a Conde no le va a pasar. Con mis libros he tratado de hacer una crónica posible de la vida cubana, alejada de la verdad absoluta, desde los años 1989 hasta el 2014, que es cuando transcurre esta última novela.

¿Siente por ello una cierta responsabilidad, porque Mario Conde se lee en todo el mundo?

Mi responsabilidad está en el punto de vista que no es el de un resentido, un triunfador o un hombre con prejuicios sino alguien común y corriente. También es una mirada generacional, de mi generación, los que vivimos la caída del muro y ahora nos enfrentamos a un presente incierto.

En esta novela, Mario Conde, que tiene un año más que usted, está a punto de cumplir 60.

Sí, es esa sensación de que es más la vida que has vivido que lo que te queda por delante. Mario sabe que tiene las manos y los bolsillos vacíos pero la carga de sus recuerdos, sus nostalgias y sus melancolías es muy grande.

¿A qué se refiere 'La transparencia del tiempo'?

A la idea de que a través del tiempo podemos mirar como en un cristal traslúcido las actitudes que los hombres han repetido una y otra vez a lo largo de la historia. Por eso, paralelemante a la historia de Mario Conde hay un personaje que viaja hacia el pasado y en cada momento sufre unas situaciones parecidas en las que las decisiones personales acaban dirigidas por los acontecimientos históricos. Y es que a veces creemos que hacemos historia y no nos damos cuenta de que es la historia la que nos hace.

¿Se puede decir que Mario Conde ha ganado complejidad?

Ha evolucionado hasta donde es capaz y hasta donde yo le permitido. Conde fue policía y después se dedicó a comprar y vender libros usados. Y claro, ha crecido. Cuando tenía 35 años podía ser un poco irresponsable hacia sí mismo y hacia la sociedad. A los 60, su mirada es mucho más profunda.

La novela muestra una Habana desgastadas y sin esperanzas . ¿La siente así?

Cuba arrastra un pasado brillante y épico, con una gran presencia cultural por su música y sus artistas. Quizá pocos sepan lo que ocurre en Guatemala pero todos tienen una idea de lo que pasa en Cuba, acertada o no. Cuando viajo fuera todos me pregutan y yo me estoy preguntando. Tengo más dudas que certezas sobre cual va a ser el futuro cubano. La novela refleja como se ha ido modificando el modelo económico, lo que ha transfomado también la sociedad y no siempre para bien.

Mario Conde es un solitario. Una isla dentro de una isla.

El tiene una soledad acompañada, como la mía. Suele decirse que de qué carajo se queja si le van a pagar 500 dólares, su mujer le quiere pese a todo, tiene amigos, libros que leer, un perro, pero siempre está temiendo acabar en el fondo del abismo como ese personaje con bolsas de plástico en los pies que aparece en la novela.

¿Y usted, también se siente así?

Yo para empezar vivo mucho tiempo viajando pero siempre necesito volver a mi isla para preservar mi espacio de soledad. Yo, como Mario Conde, he convertido mi casa en un castillo, en una empalizada, donde disfruto con mis amigos.

Parece haber tomado ejemplo de Dulce María Loinaz recluída en su casa. ¿Qué tal el reconocimiento oficial?

En Cuba tengo muchos lectores que son muchos más que los ejemplares vendidos. Tengo el Premio Nacional de Literatura, quizá sea el más joven que lo haya recibido. Pero desde hace años aparezco nada o casi nada en los medios de comunicación. Hace unos años ese ninguneo oficial tuvo una expresión muy divertida:me llamaron a un festival para presentar una edición de Braille. Era tan invisible que solo promocionaban libros para ciegos.

El final de la novela es significativo. El 17 de diciembre de 1914, cuando se anuncia el inicio de la relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Visto hoy es una fecha triste.

Quise detener la novela en ese punto para no entrar en un periodo histórico que pudiera tener características diferentes y del que no tendría demasiada distancia para establecer un juicio. La visita de Obama desencadenó un sueño amable: el paso por la Habana de los Stones, que se filmara en Cuba 'Fast and Furious', que fueran equipos de beisbol de ligas profesionales, que nos visitaran académicos, artistas, intelectuales y músicos.

Y entonces llegó Trump.

Sí, y es posible que sea el punto más bajo en las relaciones cubano-estadounidenses en los últimos 40 años.