Un estudio internacional encabezado por un nutrido equipo de investigadores del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona (IBE) ha sido capaz de recuperar por primera vez datos genéticos de los principales parásitos causantes de la malaria, Plasmodium vivax y Plasmodium falciparum, tal y como eran en la España de los años 40, cuando la enfermedad aún era prevalente en numerosas zonas rurales del sur de Europa. El trabajo ha permitido reconstruir el genoma mitocondrial de ambos parásitos.

La malaria o paludismo, enfermedad que causa estragos en países tropicales, no fue erradicada de Europa «hasta mediados del siglo XX, con la universalización de los sistemas de higiene», tal como explicó el coordinador del estudio, Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva, ubicado en Barcelona. En España, el último caso autóctono se detectó en el año 1961 y la enfermedad no se consideró totalmente eliminada oficialmente hasta cuatro años después de aquella fecha.

El trabajo, liderado por el IBE, centro mixto del centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Pompeu Fabra (UPF), y realizado en colaboración con el Centre for GeoGenetics de Dinamarca, se ha publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

Las muestras de la enfermedad analizadas proceden de un antiguo centro antipalúdico inaugurado en 1925 en el municipio de Sant Jaume d’Enveja, en el delta del Ebro.

Su director, el doctor Ildefonso Canicio, trabajó durante décadas con pacientes infectados, que trabajaban en los campos de arroz de la zona, y él mismo acabó contrayendo malaria. «Tras su muerte, en 1961 -escriben los investigadores del IBE-, algunas de sus preparaciones se salvaron de la destrucción al ser recogidas por sus descendientes, que ahora las han cedido para su estudio científico».

El paso del tiempo había deteriorado las muestras. «El principal problema es que no se tomaron unas gotas de sangre con el objetivo de conservarlas, sino simplemente para realizar el diagnóstico», explica el coordinador del trabajo.

Además, que una gota de sangre contuviera el patógeno no significa que hubiera muchos patógenos en ella. «En definitiva, la cantidad de ADN de que se dispone es muy limitada -prosigue-. La técnica de recuperación ha sido muy compleja».

«El análisis del genoma nuclear de los patógenos ayudará a conocer las mutaciones que han hecho que las cepas actuales se hagan resistentes a los fármacos, ya que el Plasmodium europeo recuperado es anterior a todos esos tratamientos», dice Pere Gelabert, también del IBE. «Podemos comparar con el plasmodio actual y ver dónde ha mutado. Puede ser útil para encontrar tratamientos más efectivos», añade Lalueza-Fox.

La cepa de paludismo provocada por Plasmodium vivax es actualmente la más extendida en América y Asia, mientras que la de Plasmodium falciparum es la predominante en el África subsahariana. Curiosamente, en las muestras del sanatorio del delta se observan ambas.