Hay vidas, siempre trágicas, que parecen destinadas a encontrar su lugar, a reivindicarse y a reinventarse, en el mundo del arte, de cualquier arte, según el tiempo histórico. La de María Estuardo es una de ellas. En la Schubertiada de VIlabertran, la soprano inglesa Kate Royal, acompañada al piano por Malcom Martineau, tejió su recital que tituló ‘La prisión’, en torno a la figura de aquella reina.

Hija de Jaime V de Escocia, María accedió al trono cuando tenía ¡6 días! En realidad, Escocia estuvo gobernada por regentes. Una vez crecida, a los 17 años, fue reina consorte de Francia. Viuda del rey Francisco II, regresó a Escocia y se casó con Henry Stuart. El matrimonio fue desgraciado y acabó con la muerte del marido en extrañas circunstancias.

Quien fue acusado de orquestar aquella muerte, el protestante conde de Bothwell, acabó casándose con la católica María, pero una conjura la obligó a abdicar y la condujo a la cárcel de la que escapó buscando la ayuda de su prima segunda, la reina Isabel de Inglaterra. Como ésta no se fiaba porque María había reclamado la corona inglesa y tenía muchos seguidores entre la población católica, la ‘reina virgen’ pensó que era mejor tenerla a buen recaudo y la mantuvo presa en varios castillos. La escocesa destronada fue acusada de complotar para asesinar a Isabel. Y así, después de permanecer en cautividad durante 18 años, María Estuardo fue decapitada en 1587.

Un dramón como este no podía no interesar a escritores y dramaturgos. Uno de los primeros fue Lope de Vega, casi contemporáneo de la reina, quien escribió el poema ‘Corona trágica’ (1627), pero fueron los pre-románticos y Friedrich Schiller en particular quienes encontraron verdadero oro literario en aquella tragedia de la que quedó para la posteridad el personaje de la víctima inocente de un injusto castigo, aunque la realidad fuera bastante más complicada y el personaje no fuera ningún dechado de virtudes.

No solo fueron los escritores. También los compositores. La versión musical más conocida del drama de Schiller fue la ópera ‘María Estuardo’, de Gaetano Donizetti. Mucho menos conocido es un monólogo con letra del dramaturgo alemán y música compuesta por su amigo, hoy casi olvidado, Johann Rudolf Zumsteeg (1760-1802), titulada simplemente ‘María Estuardo’.

Reina poetisa

Sin embargo la leyenda de aquella reina ofrecía otro elemento que a la fuerza tenía que interesar a los compositores de ‘lied’. La soberana destronada escribía poesía que es la otra pata sobre la que se construye el ‘lied’. Tras su muerte en el cadalso empezó a circular una colección de versos que se le atribuían.

Son poemas que contienen los elementos que alimentan el romanticismo como un canto a una naturaleza en este caso inaprensible, la melancolía, la nostalgia, el destino irrevocable o el adiós a la vida. Robert Schumann no resistió la tentación de crear un conjunto de canciones con aquellos poemas en los que la reina supuestamente narra su vida, desde su adiós a Francia tras quedar viuda, al nacimiento de su hijo que sería rey de Escocia y de Inglaterra a resultas de la unión de los dos reinos, a su despedida del mundo ante su muerte próxima.

Royal interpretó las dos obras, la de Zumzeeg y la de Schumann, aunque el recital siguió por otros derroteros, con canciones de Gabriel Fauré (‘La prisión’, sobre versos de Paul Verlaine, por ejemplo) y otras del mismo Schumann, algunas con poemas de Robert Burns considerado el poeta nacional de Escocia.

Pero el mito de María Estuardo inspiró muchas otras obras, por ejemplo, canciones de Edward Elgar o incluso de Richard Wagner que compuso ‘Les adieux de Marie Stuart’ en un momento de necesidad alimenticia. Por no hablar del cine que nos ha dado a grandes reinas de Escocia, como Katherine Hepburn que, por cierto, tenía el mismo apellido que el marido protestante de María Estuardo, James Hepburn, conde de Bothwell.