Los médicos denominan ambiente obesogénico al cúmulo de circunstancias, consustancial al actual momento histórico, que explican por qué la generación de españoles que ronda la adolescencia, y los niños y bebés que han nacido después, están amenazados por una acumulación de peso y grasa corporal que cuestiona su salud futura. Un 14% de la población española menor de 17 años sufre una obesidad avanzada que les provoca trastornos cardiovasculares graves. A otro 20% le ha sido diagnosticado sobrepeso, el proceso metabólico que altera la asimilación de los hidratos de carbono e induce al cuerpo a almacenar grasa y convertirse en obeso.

Ambos fenómenos se han estabilizado en España en unos niveles que superan a los del resto de Europa. Las cifras de afectados no descienden, aunque sí se intensifica el grado de obesidad con que los niños son conducidos al hospital por su pediatra, a la vez que baja la edad en que se inician en el trastorno metabólico. Se ha diagnosticado a niños de 2 años. "Nos llegan a esa edad, ya obesos, y a los 4 años entran en el momento crítico que determinará su futuro; un año después ya sufren obesidad severa", explica Diego Yeste, responsable de endocrinología pediátrica en el Hospital del Vall d'Hebron. "Tengo pacientes que, con apenas 5 años y poco más de un metro de altura, pesan 65 kilos: es muchísimo", asegura Marta Ramon, endocrino en el Hospital de San Juan de Dios.

MECÁNICA Y COMIDA La perspectiva de que esta tendencia se detenga no se percibe. La tecnología ayuda a ganar peso y la industria de la alimentación dispone de aparatos publicitarios imbatibles, contra los que el mensaje dietético choca y fracasa. "Ascensores y escaleras mecánicas por todas partes, comida barata e hipercalórica, bebidas azucaradas que sustituyen al agua, tabletas electrónicas como objeto de juego y un sedentarismo infantil alarmante", enumera Yeste, intentando explicar el origen del problema. "La publicidad engañosa tiene una influencia determinante --añade Marta Ramón--. Anuncian galletas superazucaradas como si fueran dietéticas; venden cruasanes integrales que se confunden con comida saludable, y bebidas energéticas que son bombas de azúcar".

A esto añaden la dificultad de los niños gorditos por emprender algún deporte, dado que, por razones obvias son propensos al esguince y las lesiones. Y suman la predisposición a almacenar grasa que provoca la propia alteración metabólica. "Comiendo un 10% menos de calorías que otro niño, engordan igual", dice Ramón. No auguran mejoras. "El 90% de los niños que lleguen a la adolescencia siendo obesos, lo serán el resto de su vida y su supervivencia será entre cinco y 10 años inferior a lo previsto para su generación en un país occidental", advierte la doctora Ramón. Las consecuencias patológicas de todo esto no son una amenaza sino un hecho. El páncreas de la mayoría de niños obesos muestra signos de agotamiento y cada vez produce menos insulina, la hormona imprescindible para metabolizar la glucosa de los alimentos y evitar que el azúcar se acumule en la sangre. Muchos, ya son diabéticos antes de cumplir 10 años. La carga grasa les causa hipertensión arterial, exceso de colesterol en la sangre, retinopatía, apnea obstructiva del sueño y un bajo aprecio por sí mismos. Para cada uno de esos síntomas, toman medicación.

La influencia genética apenas explica esta expansión de la obesidad, excepto en los colectivos de niños de origen latinoamericano, nacidos o no en España, cuya tendencia a engordar y acumular grasa es un dato conocido en las consultas médicas. "Los niños de origen latino tienen unos genes que los hacen propensos a engordar rápidamente y sufrir una obesidad complicada, con un alto riesgo de diabetes --asegura la doctora Ramón--. Al llegar a España, adoptan el estilo de vida sedentario que predomina aquí, y ganan peso rápidamente". Algo parecido ocurre a los niños procedentes de China, Pakistán e India, añade.

Algunos de los síndromes cardiovasculares citados --hipertensión e hipercolesterol-- se podrían revertir modificando el estilo de vida, coinciden ambos especialistas. De no ocurrir así, en esta generación de niños y adolescentes abundarán los cardiópatas, alertan.