Si Rosario Porto afrontó su declaración asumiendo el papel de madre doliente y humilde, su exmarido optó por la táctica opuesta. El ataque como mejor defensa. En tono arrogante, aunque sin levantar la voz en ningún momento, Alfonso Basterra aprovechó ayer cualquier resquicio del interrogatorio para arremeter contra el juez instructor, el fiscal y algunos medios de comunicación. A todos los culpó de su "injusto" encarcelamiento, pero no supo justificar que apareciera Orfidal en cantidades letales en el cadáver de su hija y que las pruebas demostraran que meses antes se le suministraron también fuertes dosis.

El día anterior, Porto había abierto la puerta a que su ex pudiera haberle dado las pastillas a Asunta durante la comida que los tres compartieron en el domicilio del padre unas horas antes de producirse la muerte. "Pudo tener la ocasión cuando fui al baño", señaló. La primera pregunta que le formuló ayer el fiscal Fernández de Aránguiz a Basterra fue en esa línea. "El día de los hechos, ¿usted le dio Orfidal a su hija?". "Por supuesto que no", respondió con vehemencia. Ni se las dio ese sábado ni en ninguna otra ocasión, aseguró. El letrado de la acusación popular, Ricardo Pérez, fue más allá y le preguntó cómo se explica entonces el resultado de la pruebas. "Me enteré en prisión y todavía no salgo de mi asombro. Tráigame a la persona que lo hizo si usted sabe quién es", le devolvió la pelota Basterra.

LA CAJA DESAPARECIDA El fiscal había esbozado una explicación razonable. El padre había adquirido, supuestamente para dárselas a su exmujer, varias cajas del medicamento que sumaban 125 pastillas, pero ella solo reconoció haber consumido "algún Orfidal suelto". Una vez compró consecutivamente dos cajas y su explicación fue que su exmujer

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