El papa Francisco lamentó el sábado la falta de personal para agilizar los procesos por los casos de curas pederastas, de los que dijo que «hay 2.000 amontonados», durante la rueda de prensa en el vuelo de regreso de su viaje al santuario portugués de Fátima. Explicó que se está estudiando la creación de unos «tribunales continentales», que se instalarían en varias ciudades de cada continente para ocuparse de los correspondientes casos y acelerar las decisiones.

Francisco lamentó ante los 70 periodistas que le acompañaron en este viaje la salida de Mary Collins de la comisión para la protección de menores que él mismo creó. Collins había sido víctima de abusos en su infancia por parte de un sacerdote.

Collins abandonó esta comisión lamentando los retrasos en sus gestiones y acusó a la Congregación para la Doctrina de la Fe de crear obstáculos para las decisiones del Papa, como la creación de tribunales específicos para estos casos. «Es una buena mujer y un poco tiene razón», dijo.

Francisco explicó las dificultades para realizar los protocolos que hay que enviar a cada diócesis y reconoció que «hay poca gente, se necesita más gente capaz de hacer esto y se han admitido otras dos o tres personas más».

SOLVENTAR RETRASOS / En este sentido, explicó que está tomando medidas para solventar los retrasos, como el nombramiento de otro director de la oficina disciplinaria. Confesó que a veces a quienes «se les retira del sacerdocio» presentan un recurso y los tiempos se alargan. Francisco indicó que, aunque los sacerdotes acusados pueden pedir una «gracia», él nunca ha firmado una. «Estamos caminando, pero hay 2.000 casos amontonados y nos queda mucho trabajo», señaló.

Por otra parte, el papa Francisco también se refirió en el vuelo de regreso de Fátima a la reunión que tendrá con el presidente de EEUU, Donald Trump, prevista para el 24 de mayo en el Vaticano. Dijo que le «escuchará», le dirá lo que piensa y buscará «puertas que no estén cerradas».

En Fátima, el Papa proclamó santos a los dos hermanos pastorcillos, Jacinta y Francisco, que junto con su prima Lucía presenciaron las apariciones de la Virgen hace 100 años. Los dos niños, que murieron con 9 y 10 años, subieron a los altares de la Iglesia por un milagro y no al ser considerados «mártires», según destacó el Pontífice.