Hoy, cuando se cumplen 30 años del nacimiento del Grupo Zeta, muchos de los recuerdos más profundos que conservo de mi padre están unidos a esta apasionante y exitosa aventura empresarial, llena de ilusión y de compromiso. Estos 30 años representan, sin duda, para nuestro grupo toda una etapa repleta de sueños, de logros, pero también de muchos sacrificios.

Gracias a ello, el Grupo Zeta, cuyos orígenes se remontan a una industria gráfica familiar y modesta, es hoy uno de los principales grupos editoriales españoles y ha contribuido, con su granito de arena, a colocar a España a lo largo de estos años entre los países más modernos y desarrollados del mundo.

MI PADREtuvo dos desvelos en su vida: su familia, lo más importante para él, y después el Grupo Zeta, su gran obra y su razón de ser profesional, por la que me atrevería a decir que dejó su vida. Lo demostró desde el principio, desde unos orígenes humildes, hasta el último momento. Por desgracia se fue muy temprano, un 20 de abril del 2001, cuando sólo tenía 53 años y el Grupo Zeta acababa de celebrar sus primeros 25 años.

Ahora, cuando el grupo conmemora su 30° aniversario, recuerdo con nostalgia aquellos tiempos en los que mi padre trabajaba sin fatiga, junto con un grupo de profesionales excelentes, para consolidar un proyecto editorial independiente en condiciones sociales difíciles.

No olvidemos que una empresa, más allá de los resultados, las máquinas y la tecnología, es la síntesis del trabajo y las ilusiones de cientos de personas que, en este caso, empeñaron su esfuerzo en modernizar la profesión y también en consolidar la democracia en tiempos difíciles.

Porque el Grupo Zeta nació con la democracia y en esos años de transición de una dictadura a un sistema democrático fue protagonista activo de los profundos cambios sociales, económicos y culturales habidos en España y que han creado un país más próspero, más justo y, sobre todo, libre.

HACE AHORAcinco años asumí con orgullo la responsabilidad de encabezar este gran grupo de comunicación que inició y consolidó mi padre. Desde el principio valoré que asumía un legado tremendamente valioso, pero supe también que el reto consistía y consiste en suscribir el lema que guiaba a nuestro fundador y que podría resumirse en los objetivos de engrandecer, fortalecer y hacer del grupo un ejemplo de tolerancia, profesionalidad y, sobre todo, independencia.

La independencia fue siempre la gran bandera de mi padre, a pesar incluso de que este convencimiento que defendió a capa y espada le costara duros reveses profesionales y personales. Precisamente por eso, ahora, cuando el Grupo Zeta encara sus segundos 30 años, agito más que nunca, con satisfacción y esperanza, esa misma bandera, también convencido de que en la independencia editorial está nuestro futuro.

Y el futuro en el universo de la comunicación lo tenemos en nuestras manos, eso sí, con un brillante pasado. El Grupo Zeta seguirá estando en primera línea, sin escatimar medios ni esfuerzos. Tenemos fe en nuestras posibilidades y estamos convencidos de que disponemos de la mejor de las plataformas de la comunicación para afrontar los nuevos retos.

Doy las gracias a todos los que ahora no están con nosotros pero que con sincera lealtad y honradez ayudaron a impulsar y modelar esta gran obra. Y doy las gracias también a todos los que continúan en ella porque con su imaginación y esfuerzo aseguran el futuro del Grupo Zeta, un futuro que contemplo con mucha ilusión y optimismo.

Nacimos en el siglo XX, en un mundo de papel, que fue nuestra rampa de lanzamiento. Vivimos ahora en el siglo XXI, y por eso nuestro futuro también se llama televisión, cine y nuevas tecnologías. Para el Grupo Zeta ya han empezado los próximos 30 años. A mi padre le gustarían.

Vicepresidente del Grupo Zeta.