El amor es un acto irracional cargado de prejuicios. Por incontrolable, pasional, impulsivo. Y por toda la herencia cultural, familiar y folclórica; todo ese pudor y el miedo por el qué dirán que corta las alas a tanto frenesí. Ha costado más de una década, pero las parejas que se conocieron a través de internet ya comparten el origen de su relación sin reparos, con el mismo orgullo que los que narran su almibarado flechazo durante una puesta de sol en un refugio del Pirineo. Puede que sea por la normalización de la red. Porque la sociedad madura y se fija más en la línea de meta que en la de salida. O porque será cierto eso de que el amor es ciego, y eterno mientras dura.

Hay que decir las cosas por su nombre, y a nadie se le escapa que internet es el templo de la pornografía asequible y a mano. El cliché amilanaba a los amantes que dieron con su media naranja entre los códigos binarios de un chat. Eso ya se acabó. Aquí hablan María, Jordi, Carolina, Juan, Alfredo o David. Y sin escatimar detalles porque están encantados de haberse conocido, aunque sea a distancia, aunque fuera en pijama y con un cola-cao sobre la mesa. Llevan años juntos, y en su caso no había tanto filtro, ni primaba la foto, ni importaba si uno era runner o aficionado a la pesca deportiva. Elia Quiñones es psicóloga y terapeuta de parejas y confirma que los tiempos han cambiado mucho. "Antes estaba mal visto buscar pareja por internet. Se atribuía a la persona que recurría a la red una deficiencia, una incapacidad de relacionarse con otras personas en la vida real. Ese estereotipo está completamente superado", afirma. El problema ahora es que precisamente eso que conocemos como vida real quizás tenga más de virtual que de auténtica.

Comparte esta especialista un punto de vista inquietante, de cómo internet convierte "a los sujetos en objetos" en el momento en el que se generan "simples catálogos" de mujeres y hombres. Está todo mucho más organizado, hasta el punto de que la misma web o la aplicación móvil hacen todo el trabajo, filtrando los seres humanos y ofreciendo al usuario aquello que más puede avenirse a su perfil. Inteligencia artificial para el ámbito sentimental. Con los vetustos chats de principios de siglo había mucho más tiempo para conocerse, para fantasear, porque lo único que uno podía elegir era el foro en el que ingresaba y se ponía a teclear. "El enamoramiento es la evocación de la ausencia", sostiene Quiñones. Si eso es así, ¿cómo uno va a darse un baño en la fuente del amor si cada día habla con cinco individuos, si cada semana queda con cuatro, si cada mes se va a la cama con siete? "Ahora las relaciones son mayores en número pero menores en profundidad, y antes era todo lo contrario", añade.

BUSCAR LA MEDIA NARANJA La mayoría de las aplicaciones y páginas de contactos funcionan a base de filtros. Es la manera, aseguran, de que una media naranja no se encuentre con un medio limón. "Cada vez somos más exigentes, y las nuevas tecnologías nos ayudan a encontrar a esa persona que encaja exactamente con lo que nosotros estamos buscando". Es la opinión de Sara Grana, brand manager de eDarling en España, que en los dos últimos años ha doblado los ingresos.

Ese efecto escaparate, de poder ver a las parejas en potencia como si uno fuera tumbando piezas del Quién es quién es un reflejo más, dice Quiñones, de la "sociedad del hiperconsumo" en la que vivimos, plagada de mensajes que cada vez llegan a través de más plataformas, medios de comunicación o soportes móviles. Eso va en sentido contrario a la paciencia, al cortejo, a la siembra del amor. Con las facilidades tecnológicas, el ser humano se ha vuelto menos tolerante a las esperas. "Los niños no saben demorar la gratificación", define la especialista. Tampoco los mayores, que no solo quieren las cosas para ayer, sino que además quieren lo mejor. Lo explica el psicólogo estadounidense Barry Schwartz, aporta Quiñones, en su teoría de la paradoja de elegir: "Los estudios demuestran que disponer de más opciones no implica ser más feliz, sino que se incrementa la duda y el sentimiento de culpa, y nos hace más intolerables a la renuncia".

La tecnología es inmediatez. La misma que se anhela cuando se explora internet en busca del amor. "Antes era ilusión, ahora es ansiedad", resume.