LLos Mossos activaron ayer de madrugada una macrorredada contra dos grupos de traficantes, con centro de operaciones en el barrio de la Mina, en Sant Adrià de Besòs, que habían coordinado una malla de pequeños camellos de marihuana, cocaína y heroína distribuidos por 14 municipios. Un dispositivo mastodóntico que irrumpió en 71 domicilios para sorprender acostadas a 83 personas, que se despertaron con una tromba policial que entraba sin llamar. Jamás se habían realizado tantos registros simultáneos.

El 15 de noviembre del 2013 hubo otra macrooperación antidroga en la Mina, destacada por el entonces titular de Interior, Ramon Espadaler, como la más grande por motivos de salud pública. Contó con más de 300 policías y, cuando el vecindario se despertó, hubo enfrentamientos entre familiares de los detenidos, los Mossos y los periodistas gráficos que acudieron a cubrir la redada.

La de ayer ha tejido una red de 1.300 mossos que han trabajado contrarreloj porque sabían que el desembarco policial podía levantar un polvorín. Cuando asomaban los primeros rayos de luz, el operativo ya estaba recogiendo para poner rumbo al complejo Egara, sede de los Mossos. Por eso también arrancó más pronto, a las 4.00 horas. No hubo ningún disturbio. El consejero de Interior, Jordi Jané, defendió el éxito del operativo porque las entradas permitieron recoger "pruebas" que atestiguan el mercadeo de drogas en la mayoría de pisos. Algunos no eran residencias, eran espacios que servían solo para el trapicheo. Se decomisaron bolsas de estupefacientes, 60.000 euros, pistolas y escopetas.

UN AÑO La red lanzada sobre estos pequeños traficantes se diseñó hace un año. Entonces dos equipos de investigación, uno en Badalona y otro en el barrio de San Martín, en Barcelona, pusieron en común sus avances y descubrieron que la actividad criminal de sus sospechosos se entrelazaba. La operación Picapiedra y la Titán se fundieron en una sola. La suma de las pesquisas arrojó un mapa de residencias de camellos que viven en Barcelona y otros 14 municipios, entre ellos Badalona, Igualada, Tarragona o Viladecans. Los lideraban dos grupos criminales organizados afincados en la Mina, la diana principal del operativo de los Mossos. Precisamente sobre uno de estos dos clanes ya recayó el golpe del 2013. La batida ha sido a oscuras.

Cuando ya no quedaba ningún rastro policial logotipado, el tío de una chica de 18 años arrestada, apoyado contra una pared soleada, clavaba la mirada a todos los coches de "secretas" que circulaban por su calle. "¿Se creen que no los reconocemos? Ni la Mina es ya la Mina ni los secretas son ya secretas", maldecía. "Antes te acuchillaban o te metían un tiro por nada", asegura. Pero ahora la cosa "está tranquila", el vecindario se ha pacificado y el menudeo "lo hacen en casa, sin molestar", asegura. La competencia por los trabajos poco cualificados se ha recrudecido tras los flujos de "la inmigración". Por eso la venta minorista de marihuana o cocaína "se ha convertido en una salida", añade, mientras le resta gravedad al asunto.

Al parecer, el dispositivo policial se activó para aliviar la presión vecinal de la zona, acentuada tras un homicidio cometido en el barrio hace dos semanas por dos hombres investigados en la trama.