“Un robot no es un humano y nunca lo será”, dice la eurodiputada Mady Delvaux, ponente del informe sobre la necesidad de regular la inteligencia artificial que ha aprobado esta semana la comisión de asuntos jurídicos de la Eurocámara. El temor, sin embargo, a que el grueso de los trabajadores sean reemplazados en un futuro más o menos lejano por los robots como consecuencia de la creciente automatización -la llamada revolución 4.0- es global y algunos estudios de impacto arrojan cifras preocupantes.

Un informe sobre inteligencia artificial publicado el año pasado por el Gobierno estadounidense de Barack Obama alertaba de que el desarrollo de la conducción autónoma podría desencadenar la destrucción, solo en EEUU, de tres millones de empleos en sectores como el transporte.

“Aunque es muy improbable que las máquinas exhiban una inteligencia comparable o superior a la humana en los próximos 20 años, es de esperar que las máquinas alcancen y excedan el rendimiento humano en cada vez más tareas”, apunta otro de los análisis. Según estimaciones de Accenture, el desarrollo de la inteligencia artificial hará que la productividad se incremente entre un 11% y un 37%, dependiendo del país, para el 2035.

RIESGOS DE LA AUTOMATIZACIÓN

Otro estudio publicado en el 2013 por dos investigadores de la universidad de Oxford avisaba de que el 47% de los empleos en Estados Unidos, esencialmente los relacionados con transporte, logística, tareas administrativas y producción, están en riesgo debido a la automatización y que el futuro pasa por redirigir a los trabajadores con baja cualificación hacia trabajos que exijan una cierta creatividad y capacidades sociales.

A juicio de la OCDE, sin embargo, estas cifras están sobredimensionadas y las repercusiones de la automatización serán menores. “De media en los 21 países de la OCDE el 9% de los empleos están automatizados. Así que la amenaza de los avances tecnológicos parece ser menos pronunciada”, aseguran. A una conclusión similar ha llegado la consultora McKinsey Global que, en un estudio presentado esta semana, cifra en un 5% las ocupaciones que pueden beneficiarse de una automatización plena con un aumento de la productividad anual de entre el 0,8 y 1,4%.

“Llevará años ver los efectos y el ritmo variará entre las diferentes actividades, ocupaciones, salarios y niveles de competencia”, apuntan. Según su escenario, la mitad de los empleos que existen hoy en día podrían ser automatizados para el 2055, aunque “los humanos seguirán siendo necesarios en el mercado laboral” porque la productividad solo mejorará con la interacción de humanos y máquinas.

IMPACTO EN LA UE

En la Eurocámara, sin embargo, prefieren preparar ya el terreno. Según los eurodiputados, el desarrollo de la inteligencia artificial puede conllevar que los robots asuman parte del trabajo, lo que genera interrogantes en el empleo y la viabilidad de los sistemas de seguridad social, porque podría llevar a una “mayor desigualdaden la distribución de la riqueza y el poder”.

De momento, piden a la Comisión que empiece por determinar los sectores en los que se destruyen más puestos de trabajo por el uso de robots, plantean la posibilidad de exigir a las empresas que informen del porcentaje en que la robótica y la inteligencia artificial contribuye a sus resultados económicos y sugieren introducir una renta básica universal. “Es el mayor reto para nuestra sociedad. Siempre habrá puestos de trabajo poco cualificados y los robots no sustituirán a los humanos pero tenemos que analizar lo que está ocurriendo”, defiende Delvaux.