El ensayo We all should be feminist (Todos deberíamos ser feministas) es un texto muy lúcido de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie publicado en el año 2015 que analiza el papel de la mujer en el siglo XXI con un lenguaje directo y sin subordinadas. El libro se vende en Amazon por 6,60 euros y la versión Kindle cuesta 2,49 euros. Si solo te interesa el título, su precio asciende a 550 euros.

Han leído bien. La firma de lujo Dior comercializa por ese importe la frase de Ngozi Adichie en la pechera de una camiseta de algodón y lino blanco. Es curioso que el título de un ensayo que contiene toda la historia de humillación y desigualdad femenina se reduzca a una prenda de ropa tan elitista. Aunque la marca ha anunciado que donará un porcentaje desconocido a Clara Lionel Foundation, la organización de Rihanna que apoya a estudiantes estadounidenses sin recursos. Pero existen alternativas más democráticas como My body My business de la firma Female Collective por el módico precio de 20 euros.

Perversión especulativa al margen, la historia revela que ética y estética casi siempre han evolucionado de forma simultánea. «Los símbolos pueden ser revolucionarios si trascienden a la simple estética». El periodista Javier Gallego reivindica la simbología siempre que vaya acompañada de mensaje y trascienda a la simple frivolidad de algunas ocasiones.

El artista Ernesto Artillo es el artíficie del proyecto La mujer que llevo fuera, un traje de corte masculino con pinceladas de atributos femeninos impresas sobre tela. La idea caló en el circuito cinematográfico y Alejandro Amenábar, Bárbara Santa-Cruz, Alba Flores, Cecilia Gómez o Jorge Suquet se plantaron en la gala de los Goya con este símbolo feminista recién aterrizado y ya casi convertido en clásico. «El símbolo funciona. Madonna, sin ser mi gran referente, me enseñó millones de cosas sobre sexualidad. El arte debe acompañar el cambio», sostiene la escritora y periodista Lucía Lijtmaer, uno de los referentes del feminismo.

El poder de la estética

No hay duda de que la estética tiene poder. El lema Future is female, creado por la fotógrafa y activista Liza Cowan, se convirtió en mensaje y camiseta casi al mismo tiempo. Cowan buscaba un lema potente para acompañar la apertura de la primera librería feminista en el año 1975 en el epicentro de Los Ángeles (California). Estampó una docena de camisetas con Future is female. Se las regaló a sus clientes más importantes y el lema se convirtió en una auténtica lucha.

Celebridades anglosajonas como Cara Delavigne o St, Vicent rescataron el mensaje hace un par de años y, desde entonces, no ha perdido vigencia sino más bien todo lo contrario. «Es importante que los discursos revolucionarios estén apoyados por acciones artísticas. El arte en sí mismo es revolucionario», concluye la pintora e ilustradora Paula Bonet. La revolución, está claro, será estética o no será.