El doctor en nanotecnología, ingeniero en electrónica y experto en computación Sergi Santos, que ha sido el primero en poner inteligencia artificial a una muñeca sexual realista que ha creado controversia, defiende que su innovación «no deshumaniza a las mujeres». A Santos le apasiona el humanismo, la psicología y la ciencia, y comenta que siempre le había interesado «hacer un cerebro», pero para conseguirlo necesitaba un cuerpo y lo halló en las muñecas sexuales realistas fabricadas en China.

«El mercado del sexo mueve mucho dinero, y encontré que estas muñecas tenían un cuerpo perfecto, en el que hay arte y tecnología», explica el español, que es ingeniero en Electrónica por la UPC y doctor en Nanotecnología por la Universidad de Leeds (Reino Unido). Incorporó un aparato con algoritmos de inteligencia artificial en una de ellas, un prototipo al que ha bautizado como Samantha, una muñeca hecha de material elastómero termoplástico que tiene tres modos: familiar, romántico y sexual; y le instaló unos sensores para que «sea inteligente y sepa responder a cómo la estás tratando».

La empresa creada por Santos solo vende muñecas femeninas, aunque, añade, «hacer hombres no es problema». Santos explica que no quiere que la gente «se avergüence de tener una muñeca sexual que hable, entienda y sienta», que su creación «no es solo sexual» y que mientras se interactúa con ella en modo familiar «nunca dirá nada grosero».

El científico recomienda que con Samantha, que se puede comprar por entre 1.500 y 8.000 euros, según cómo se personalice, «tienes que hacer lo que harías con una mujer normal: se va excitando y llega al punto sexual y orgásmico».

Existen varias campañas en contra de los robots sexuales -una de ellas liderada por la doctora Kathleen Richardson, especialista en el campo de la ética robótica en la Universidad de Montfort, en Leicester- que sostienen que este tipo de muñecas deshumanizan a las mujeres y las convierte en meros objetos, porque se establece una relación que únicamente reconoce los deseos y necesidades de una persona.

Sin embargo, el científico opina lo contrario, porque «una muñeca se puede fabricar a la carta y una vez puedas poseer el cuerpo que quieras, la gente prestará más atención a la personalidad de las mujeres porque el cuerpo va a ser algo accesible, y la mujer real ya no será un cuerpo sino una persona». Y concluye: «Espero haber contribuido a hacer un pequeño paso histórico para que el ser humano empiece a pensar que no es único en el mundo, que todos tenemos lugar en el universo y que no hay ningún problema en compartir tu sexualidad con un hombre, una mujer, tu mano o una muñeca».