Las fiestas de San Fermín, celebradas en Pamplona, son posiblemente, a juicio de sus observadores, uno de los encuentros masivos internacionales que más facilitan el descontrol y la dilución de la barrera que separa el límite entre el respeto personal y la agresión, o los márgenes que acotan un impulso sexual contenido y su realización descontrolada. En San Fermín hay anonimato, proximidad física, consumo de alcohol con o sin medida, bromas con personas desconocidas, fiesta sin descanso y cansancio no atendido. «San Fermín es un factor de riesgo en el ámbito de la agresión sexual [tocamientos] o la violación», afirma Antonio Andrés Pueyo, profesor de Criminología y especialista en psicología de la violencia.

«Un hombre bebido no siempre es capaz de aceptar un sí, seguido de un no dubitativo pronunciado por una mujer que también ha ingerido mucho alcohol -describe Andrés Pueyo-. En esas circunstancias, es fácil que lo venza el deseo. Y viole. El alcohol ayuda a no respetar la negativa». Pero el alcohol no produce hombres violadores. «Por más que beba un individuo pacífico necesitado de sexo, nunca hará un acto que no coincida con su pensamiento en estado sobrio: la bebida alcohólica desinhibe y, tal vez puede crear la impresión equivocada de que la otra persona accede, pero no lleva más allá», indica Jordi Bajet, psicólogo forense. «El alcohol no convierte a un hombre en violador», reitera Andrés Pueyo.

SE ACABÓ LA VERGÜENZA

Las agresiones sexuales no se iniciaron el año pasado en las fiestas de San Fermín, pero sí se marcó un precedente, tanto por la gravedad de lo ocurrido -cinco agresores de una mujer- como por la relevancia con que se denunció. El Ayuntamiento de Pamplona adoptará medidas excepcionales contra la violencia sexual en las fiestas que se iniciaron ayer.

«Violaciones han ocurrido siempre en Pamplona, lo distinto ahora es que ha desaparecido la vergüenza de las mujeres agredidas, que ahora denuncian, y se ha acabado el repudio familiar que hace años conducía a la ocultación», asegura R. M., psicólogo forense en ejercicio. La mejor protección frente a estas agresiones es precisamente esa: el rechazo social, indican. «Que no se tolere ni la más mínima expresión de ese machismo agresivo que conduce a la violación», añade Bajet.

Los Sanfermines son, también, un foco de atracción para quienes conceden a sus impulsos y deseos sexuales la categoría del derecho personal, indica el psicólogo. «En Sanfermines encontraríamos agresores sexuales que van cada año a Pamplona -sostiene-. Esta fiesta les atrae porque reúne anonimato, aglomeración de personas, roce inevitable, conversación con desconocidos y, a veces, dificultad para que ellas puedan dejar claros sus límites». «Es un terreno perfecto para el violador -añade Bajet-. Esas personas son depredadores [así los clasifican]. Son feroces y van de caza. Aprovechan las situaciones que les son propicias».

COSAS PARA SU USO PERSONAL

El agresor sexual abusa de la libertad de otras personas, añaden. «Siente que los demás son cosas que sirven para satisfacer sus necesidades. Los cosifican, usan su posición de fuerza física y obtienen placer abusando de la libertad de otros».

Los especialistas consultados coinciden en la percepción de que las violaciones en situación de fiesta masiva no han aumentado en el último decenio, ni en Sanfermines. Sí ha habido un incremento en los delitos contra la libertad sexual -entre los que la violación es el más grave- que se cometen en la familia, en las discotecas o en la escalera del domicilio, las tres circunstancias -por ese orden de importancia- en que se producen violaciones.

«Estamos en una sociedad machista en la que sigue pendiente una educación sexual que oriente cómo relacionarse hombres y mujeres, y deje claro que ambos son iguales», afirma el doctor Manel Santiñá, coordinador del servicio que atiende las violaciones en el Hospital Clínico.

Es habitual, y sucede en Sanfermines, que los violadores intenten defenderse aludiendo al supuesto consentimiento de la agredida. «Incluso cuando les han dicho claramente que no quieren esa relación, ellos insisten en que había acuerdo», asegura Bajet. «Dicen: ‘ella quería, aunque me decía que no, quería decir que sí’ -describe Andrés Pueyo-. Sufren una distorsión cognitiva, o fingen. Finalmente, recurren a la fuerza». «Proyectan en el otro sus propios deseos, y lo culpan de ello», apunta Bajet.

En los Sanfermines concurren tres tipos de eventuales agresores, indican: el que está deseando que llegue la fiesta como quien aguarda que se abra la temporada de caza; el que viola durante el resto del año y también en Sanfermines y el joven que se inicia y, por primera vez en su vida, cruzará la frontera.