Ante un virus para el que no existe tratamiento curativo ni vacuna, como el del ébola, la única defensa de que dispone quien se ha infectado es conseguir que su sistema inmunológico lo elimine o inactive, como hace a diario con múltiples microorganismos poco poderosos. Quienes han sobrevivido al ébola --un 45% de los infectados en el actual brote, unas 5.000 personas-- lo lograron generando de forma espontánea anticuerpos neutralizantes que acabaron con las miles de copias del virus que contuvo su sangre. Esos anticuerpos se concentran en grandes cantidades en el plasma --el líquido que envuelve a los glóbulos rojos y blancos de la sangre-- de quienes han sanado, y en él centran sus esperanzas los científicos que buscan de forma acelerada remedios contra el ébola.

La auxiliar de enfermería Teresa Romero recibió dos transfusiones de plasma con anticuerpos contra el ébola procedente de la sangre de Paciencia Melgar, la religiosa guineana que enfermó en Monrovia (Liberia) el pasado agosto, en el mismo hospital que el español Miguel Pajares, que fue repatriado a España poco antes de morir. Ella no fue repatriada y sobrevivió. Ayer se mostró muy contenta ante la evolución de Romero. "No sé si se ha curado por mi plasma, pero estoy muy contenta de haberla ayudado", dijo Paciencia, que se encuentra en Madrid.

Si regresa a Liberia, Paciencia no volverá a sufrir el ébola, ya que durante el resto de su vida estará protegida por su defensa sanguínea. Los anticuerpos --unas proteínas que cuando se administran como fármacos se de-