Colgados sobre nuestras cabezas, a unos 36.000 kilómetros de altura, los satélites de comunicaciones son unos ingenios fascinantes que, solo en el campo de la tele, nos permiten disfrutar en directo con la Vuelta a España, o ver si llueve, o no, en Nueva Zelanda. Pero sus indudables ventajas tienen contrapartidas: contaminan mucho y están llenando de muchísima basura espacial todo el espacio que rodea la Tierra, que no es infinito. Conscientes de esta realidad tan políticamente incorrecta, los satélites de nueva generación están siendo diseñados para ser mucho más eficientes y, por tanto, menos contaminantes.

Así, este 2017 pasará a la historia como el año en el que los satélites empezaron a teñirse de verde, al lanzarse los primeros que sustituyen parte del contaminante carburante químico por la limpia propulsión eléctrica y, lo que es más fascinante, con cohetes/lanzadera reutilizables, que no se quedan orbitando.

«En los más de 30 años que llevamos lanzando satélites, nunca se ha dejado de innovar y mejorar el servicio», explica Luis Sahún, director general en España de SES/Astra, primera potencia mundial en satélites de comunicaciones. Sahún afirma que el salto que va a vivir este mercado a partir de este año será espectacular.

«En el campo de los satélites geoestacionarios, situados a 36.000 kilómetros de altitud, acabamos de lanzar el SES-12, primero de la nueva generación de HDS, que incorporan procesadores digitales, que permiten una mayor flexibilidad y reorientar focos de cobertura sobre la tierra -explica Sahún-. Pero también incorpora un revolucionario sistema de propulsión eléctrica, que permite ahorrar muchísimo en el tradicional sistema de carburante químico».

Según el directivo de SES, la gran ventaja de sustituir por electricidad el carburante convencional es, además del indudable beneficio ecológico, el peso de carga. «De las habituales 5,5 toneladas pasamos a 3 o 4 toneladas, lo que significa un ahorro que ronda el 40%, que se puede aprovechar para más carga útil», apunta Sahún, quien resalta la gran eficiencia (de recarga eléctrica) que se ha conseguido con los paneles solares que incorporan esta nueva gama de satélites.

La segunda gran revolución ecológica que ha llegado son los cohetes reutilizables, una posibilidad que hasta hace bien poco era pura ciencia ficción y que ahora abre campos que van más allá de colgar un satélite de tele: llegar a Marte.

El cohete reutilizable fue una realidad -tras muchas pruebas y varios fracasos- hace un par de años con SpaceX, empresa estadounidense creada por el visonario Elon Musk (creador de Pay-Pal y de la fábrica de coches eléctricos Tesla). Este grupo aeronáutico lanzó un cohete Falcon9. Este llegó al espacio exterior, y luego regresó a la Tierra aterrizando en una plataforma en medio del Pacífico (por seguridad), que se bautizó, claro está, «Of course I Still Love You» («Por supuesto que aún te amo»).

Y una de las primeras empresas que apostó con este innovador sistema fue SES: el pasado mes de marzo utilizó un Falcon9 para lanzar su satélite SES10 (que cubre Latinoamérica). Al margen de pensar en verde, existen también poderosas razones crematísticas: «Son lanzamientos que cuestan entre 30 y 40 millones de dólares menos», explica Sahún.

CON RETROPOPULSORES / «Con la entrada de SpaceX cambia totalmente el panorama del sector -asegura Sahún-, porque la reutilización (Musk asegura que se puede reutilizar ¡hasta 20 veces! el mismo cohete) bajan los precios mucho, permite fabricar y lanzar más deprisa y, claro, abre un nuevo frente de gran competencia entre las empresas del sector», explica el directivo de SES/Astra, quien adelanta que el SES14 se lanzará antes de que acabe este año con un Falcon9 desde Cabo Cañaveral (Florida, EEUU).

Según explica Sahún, el cohete Falcon9 lanzará el satélite SES14 al espacio y, tras perder su primera fase de ignición, lo dejará en una órbita cercana a la que tiene asignada para emitir. Entonces, la segunda fase del cohete, que habrá alcanzado cerca de los 40.000 kilómetros de altitud, caerá de nuevo sobre la Tierra a 2.900 millas por hora. «Para esta fase, el cohete tiene unos retropopulsores que harán que su velocidad de caída se reduzca hasta las 4,5 millas por hora, que es la velocidad con la que se posará, de pie, sobre la plataforma», explica Sahún. El director de SES/Astra apunta que la idea es que pronto se pose en el mismo punto donde fue lanzado en tierra firme.

«Y este mismo cohete quieren que pueda ser lanzado de nuevo 24 horas después de aterrizar, pero aún están lejos de esto... De momento, tardan un año», según reconoce Sahún, para quien este es un detalle nimio frente a la gran ventaja: un lanzamiento con un Falcon9 supone un desembolso de unos 62 millones de dólares, y 200.000 dólares volver a prepararlo para la reutilización. El lanzamiento en un cohete convencional son más de 100 millones de dólares. Eso sí es dinero caído del cielo.