El terremoto que afectó ayer a la isla indonesia de Java es el más potente de la serie de temblores de tierra registrados en el sureste de Asia tras el devastador tsunami del 2004, que causó 231.000 muertos. El 26 de diciembre de ese año, un potente seísmo submarino de 9,1 grados en la escala Richter no lejos de la localidad de Meulaboh, en la costa occidental de Sumatra, provocó un gigantesco maremoto que barrió extensas zonas costeras en Tailandia, Sri Lanka, la India, Indonesia, hasta alcanzar una decena de países.

Fue precisamente este último país el que se llevó la peor parte de la tragedia. Un total de 121.280 indonesios fallecieron, la mayoría de ellos en la provincia de Aceh, en el extremo norte de la isla de Sumatra. Dos importantes poblaciones, Banda Aceh, la capital, y Meulaboh, al sur, resultaron devastadas, junto a infinidad de pequeñas poblaciones costeras situadas a orillas del océano. Las aguas arrasaron enormes extensiones de tierra de cultivo y arrozales.

HERIDAS QUE TARDARÁN EN SANAR La costa este de Sri Lanka también sufrió el embate de las olas. Al menos 39.000 srilankeses perecieron como consecuencia de las olas, mientras que otros 3.000 desaparecieron. En la India también perdieron la vida 11.000 personas, 3.000 de ellas en el archipiélago de Andaman y Nicobar, mientras que en Tailandia murieron 5.313 personas, entre ellas 2.171 extranjeros. Un total de 3.238 personas desaparecieron, incluyendo 1.055 turistas foráneos. Las olas llegaron a Kenia y Somalia.

La tragedia ha dejado heridas que tardarán años en sanar, cuando no décadas. Un año después, solo el 20% de los damnificados tenía una vivienda adecuada, lo que hizo que la reconstrucción rozase el fracaso. Las trabas burocráticas obligaron a que un año después de la tragedia, la mayoría de damnificados todavía tuvieran que protegerse del clima tropical en tiendas de campaña, barracones o en casas de familiares.

Mejor nota merecieron las actuaciones para devolver el sustento a los damnificados. El 60% podía volverse a ganar la vida un año después de la tragedia, ya sea con la agricultura o con la pesca. En la isla de Sri Lanka, un total de 4.000 barcas de pesca habían sido repartidas un año después de la catástrofe, y quedaban por reconstruir muelles y almacenes para guardar el pescado.