Los números varían pero hay práctica unanimidad en el diagnóstico: la crisis de suicidios entre soldados y veteranos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos tiene trazos de epidemia y no hay suficiente comprensión de sus causas ni soluciones para frenarla.

La denominación de “epidemia” la oficializó el presidente, Barack Obama, en el 2012, cuando dictó una orden ejecutiva para mejorar los servicios de salud mental que tratan a los soldados y a quienes han prestado servicio militar. Ese año acabó siendo el más letal en suicidios de militares en activo, con 321. Fue también el año en que un informe del Departamento de Asuntos de Veteranos arrojó la cifra que sigue siendo la más usada para contar cuántos de los 22 millones de personas que ya han colgado el uniforme se quitan la vida en el país: 22 personas cada día, o más de 8.000 al año.

Ese número ayudó a que el año pasado se aprobara en el Congreso una ley para intentar prevenir el suicidio de militares en activo y retirados, dos millones de los cuales han llamado al teléfono de crisis público desde que este se puso a funcionar en el 2007. Se ha convertido también en una especie de grito de guerra entre soldados y veteranos de EEUU, muchos de los cuales se han organizado por su cuenta. Así han nacido grupos como Stop Soldier Suicide o campañas en las redes sociales. El día 22 de cada mes, por ejemplo, en Facebook se pide a los compañeros de unidad que informen y, como el cubo de hielo intentó expandir la conciencia sobre el ELA, hay en marcha una campaña viral que pone el reto de realizar 22 flexiones.

Es, no obstante, un número engañoso, porque el estudio se realizó con datos de solo 21 de los 50 estados del país, lo que dejó fuera territorios con amplia población de veteranos como California o Tejas. Y expertos como Robert Bossarte, el epidemiólogo del Departamento de Veteranos que fue coautor del estudio, están entre quienes han advertido de que “es fácil sacarlo de contextoy concentrarse en ese número en lugar de en qué está realmente pasando”.

INFANCIAS DIFÍCILES

Algunas estadísticas, no obstante, ayudan a arrojar luz sobre lo que ocurre. Aunque más del 69% de los veteranos que se quitan la vida tienen más de 50 años, en los últimos años ha subido un 44% el índice de suicidios de los que tienen entre 18 y 24 años, lo que apunta a la posibilidad de que se esté alistando más gente que ha tenido infancias difíciles, con abuso emocional y sexual.

Desde que empezaron las guerras de Irak y Afganistán los suicidios de militares en activo y retirados empezaron a superar la media de la población civil, aunque otros estudios apuntan a que se suicidan más los jóvenes que no han estado desplegados en esas dos contiendas, por las que han pasado 2,6 millones de estadounidenses. Y, en el caso de las mujeres, la crisis se ha acentuado. Mientras que en la población civil de EEUU se producen 5,2 suicidios por cada 100.000, entre veteranas la cifra es casi seis veces mayor, 28,7. El 40% de las que se quitaron la vida lo hicieron usando un arma, un 6% más que en la población civil.