Hace seis años, mientras practicaba el buceo en una playa, el joven estadounidense Ian Burkhart sufrió un grave accidente que le seccionó la columna vertebral de forma irreversible y lo dejó paralizado de cuello para abajo. Tetrapléjico. Actualmente, Burkhart ha recuperado parte de la movilidad de un brazo y los dedos de la mano y es capaz de realizar acciones que pueden resultar modestas, como asir el teléfono móvil o remover el contenido de un vaso con una cuchara, pero que le van a cambiar la vida, como confía el propio paciente.

"Cuando tuve el accidente, los médicos me dijeron que lo máximo que podría hacer a lo largo de mi vida sería mover los hombros", explica emocionado. "Aún estamos en la fase clínica, pero estoy convencido de que con el tiempo voy a poder hacer lo que hago fuera del hospital. En casa", prosigue confiado.

El responsable de este cambio radical es un prodigio tecnológico llamado NeuroLife, desarrollado por la Universidad Estatal de Ohio y la empresa Battelle, consistente en un sensor acoplado al cráneo que interpreta la actividad cerebral de Burkhart y la traduce a impulsos que, sin pasar por la médula, son dirigidos mediante cables al sistema muscular del brazo. Los movimientos, en definitiva, son impulsados por los pensamientos de forma voluntaria.

"Es muy similar a un bypass del corazón, pero en lugar de pasar por la sangre, estamos enviando señales eléctricas", resume Chad Bouton, líder de la investigación en Battelle. Los detalles de la investigación se han publicado en la revista Nature.

"Es la primera vez que una persona completamente paralizada puede repetir un movimiento usando solo sus propios pensamientos", destacó en una rueda de prensa el coautor Ali Rezai, neurocirujano del Centro Médico de Wexner de la Universidad Estatal de Ohio.

LA EVOLUCIÓN Burkhart, que ahora tiene 24 años y vive en Dublín (Ohio), ya fue protagonista de otra primicia en junio del 2014 al ser el primer tetrapléjico capaz de abrir y cerrar levemente la mano con solo pensarlo. Para ello, los médicos le insertaron en la corteza cerebral un chip diminuto (más pequeño que un guisante) que transmite los pensamientos del paciente a un equipo de software que los descodifica y, finalmente, envía las órdenes a una serie de pulseras que estimulan eléctricamente los músculos del brazo.

Los científicos han trabajado durante más de 25 años en la traducción de pensamiento a acciones con la ayuda de software. El mismo equipo ya logró en el 2012 que una paciente pudiera escribir en una pantalla de ordenador sin usar las manos o también que pudiera accionar un robot articulado que le servía café.

"Hemos tratado de descifrar las señales del cerebro que se asocian específicamente a movimientos de la mano", sintetiza Bouton. "Las áreas del cerebro responsables del movimiento están intactas, pero las señales no llegaban a su destino debido a la lesión en la médula espinal".

En junio del 2014, dos meses después de la implantación del chip, Burkhart ya era capaz de abrir y cerrar la mano con solo pensar en el movimiento, incluso pese a que sus músculos se encontraban debilitados debido a la larga inactividad. "Tuve entonces una esperanza por el futuro. Siempre la había tenido en el fondo de mi mente, pero se hizo mucho más real", afirma.

Después de 15 meses de rehabilitación, el paciente ya puede coger una botella y verter su contenido en un frasco. "Puedo sostener un teléfono, recoger una cuchara en el suelo y tocar la guitarra con un videojuego", comenta el paciente. "Es sorprendente ver lo que ha logrado --prosigue Nick Annetta, ingeniero eléctrico en el equipo de Battelle--. Ian controla cada paso".

"Para mí, estar en una silla de ruedas y no poder caminar no era lo peor", dice Burkhart. "Lo peor era la pérdida de la independencia, necesitar a otros para hacer cualquier cosa".

Además de mejorar la interpretación de las señales cerebrales y mejorar la movilidad de los dedos, los investigadores explican que otro de los retos es ahora eliminar los molestos cables que enlazan el cráneo con el brazo y el mango electrónico que activa los músculos. "Tenemos que lograr un sistema inalámbrico que permita un uso doméstico", avanza Bouton.