El riesgo que corrieron los sanitarios que atendieron en el Hospital Carlos III a los dos misioneros repatriados por ébola fue aún más grave de lo que se había denunciado. Según una investigación del Consejo General de Enfermería, se registraron hasta una decena de fallos tanto en el material como en la formación y en los protocolos que los pusieron en peligro de contagio. En el caso más extremo, al menos tres enfermeros entraron a cuidar a los infectados sin ni una sola instrucción previa. Ni teórica ni práctica. Tuvieron que apañarse con los consejos que les dieron sus compañeros a las puertas de la habitación.

A uno de estos tres sanitarios le dieron la noticia nada más incorporarse tras las vacaciones en el turno de noche. "Te toca la (planta) sexta", donde están las habitaciones de aislamiento, le dijeron sin más.

El caso de dos celadores que participaron en "la preparación" de uno de los cadáveres es también muy llamativo. "Nunca habían estado en la unidad" de aislamiento "ni habían recibido formación previa y no habían tenido la oportunidad de ponerse y retirarse el traje anteriormente".

Las enfermeras encargadas de los restos mortales tampoco recibieron instrucciones específicas. Tuvieron que pedírselas a la funeraria. Y otros cuatro enfermeros, al menos, reconocen que tampoco habían llegado a enfundarse el traje de protección antes de meterse en faena.

Parece menos extraño después de oír este relato que una sanitaria se infectara. El presidente de los enfermeros, Máximo González Jurado, que ayer presentó el informe en rueda de prensa, afirmó que fueron tantos los riesgos a los que se expusieron los sanitarios sin que se "tomaran las medidas adecuadas" para minimizarlos, "que nunca se va a poder saber la causa" del contagio de la auxiliar de enfermería Teresa Romero.

Las deficiencias del material no se quedan atrás. El informe desvela que las gafas eran inadecuadas al no ser antivaho, lo que llegó a poner en riesgo, como mínimo, a un paciente y a un profesional. Un enfermero que intentaba hacer un cateterismo a través de una vía, una operación que puede durar 45 minutos y es muy delicada, llegó casi al estado de choque. "No tenía visibilidad suficiente por la gotas de sudor acumuladas en las gafas y pudo haberse pinchado o equivocarse en la operación", explicó González.

DESCUBRIMIENTO DEL SAMUR

Capítulo aparte merece la indumentaria. Cuando el pasado 9 de octubre comienza, esta vez sí, una formación con simulacros, dirigida por miembros de la unidad de amenaza bacteriológica (NBQ) del SAMUR, estos descubren que la protección de las piernas no es impermeable, que los guantes externos tienen la misma longitud que los internos y que durante la retirada de los trajes la supervisión se lleva a cabo a través del cristal de la puerta. Dadas las dimensiones del mismo, solo permite ver de cintura para arriba. Una supervisión, por otra parte, prevista en los protocolos de la OMS que no está recogida en los del Ministerio de Sanidad y que se llevó a cabo a iniciativa de los propios profesionales.

Interrogados por estas denuncias, los médicos del Carlos III que han atendido a Teresa Romero aseguraron ayer que los trajes "estaban por encima en seguridad de lo exigido". Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que el contacto directo con los infectados lo protagonizan casi en exclusiva los enfermeros y los auxiliares. Máximo González dio ayer un dato revelador. De las 108 veces que se entró en la habitación del primer misionero, 102 lo hizo el personal de enfermería.

DÉFICITS QUE PERSISTEN

El Consejo General de Enfermería reconoce que desde que el comité presidido por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, tomó el mando "la situación ha mejorado", sobre todo en el hospital Carlos III, pero sí que denuncia que tanto el material como la formación de los hospitales de las diferentes comunidades autónomas es aún insuficiente.

Respecto a las responsabilidades políticas, los enfermeros eludieron pronunciarse, salvo en un caso, el del consejero de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, que vertió duras críticas sobre la auxiliar Teresa Romero.

CONSEJERO MADRILEÑO

"Creo que el máximo responsable de Sanidad en una comunidad lo último que puede hacer es acusar a un enfermo. Esto es inaceptable. Cuando además ese enfermo es profesional del sistema y de forma voluntaria ha tomado una decisión que le puede estar costando la vida, es difícil de entender que siga siendo el máximo responsable de la Sanidad madrileña. No tiene perdón de Dios. Para nosotros es una ofensa y una inmoralidad. Por eso exigimos su dimisión", se explayó el máximo representante de los colegios de enfermeros.