La violación que una mujer de 49 años, vecina de Mataró y de origen colombiano, sufrió en Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona) el pasado 28 de diciembre fue una agresión cruel, extraordinaria y salvaje. No se parece a ningún asalto de carácter sexual que se haya dado cerca de esta zona en los últimos tiempos. Fuentes cercanas a la investigación policial subrayan a este diario que violador y víctima no se conocían y que ni siquiera está confirmado que el sospechoso hubiera previsto agredir sexualmente a la mujer.

Las posibilidades de que el sospechoso, un hombre de unos treinta años que sería de origen magrebí, siga todavía en una población cercana al lugar del asalto, 12 días después, son bastante remotas.

La mujer se recupera satisfactoriamente de las graves lesiones que le causó el agresor. Los golpes que le propinó le hincharon el rostro e incluso le provocaron una fractura craneal. Ya ha recuperado su aspecto normal. Aunque las secuelas más dolorosas son las psicológicas, que tardarán en desaparecer. Se trata de un crimen complicado. De entrada, la forma en que actuó el hombre no parece concordar con el perfil de un agresor sexual que hubiera planificado el golpe. En realidad, parece apuntar a todo lo contrario. Por eso ni siquiera está descartado que la intención inicial del asaltante fuera robar a la mujer, algo que también hizo, y para ello terminara ejerciendo una violencia inusitada contra ella. Según esta hipótesis, la agresión sexual se habría producido después de haberla golpeado y habría tomado la decisión de violarla en ese instante.

La mujer, en principio, alguien mucho más mayor que él, fue agredida sexualmente en un sitio que un violador experimentado posiblemente hubiera descartado, aclaran fuentes policiales. Junto a la estación de tren de Llavaneres, y en el momento en que atacó -a primera hora de la mañana- corrió mucho riesgo de ser descubierto y detenido porque se trata de un lugar frecuentado.

SIN NINGUNA CONEXIÓN / El relato de la mujer es coherente y los Mossos d’Esquadra tienen pocas dudas acerca de su autenticidad. Por ello dan prácticamente por confirmado, como ella ha declarado, que no existe ninguna relación entre agresor y víctima. Hombre y mujer no se conocían y, en consecuencia, se evapora cualquier hipótesis que conecte el móvil del crimen con el pasado de ambos.

La búsqueda de este sospechoso, también por esto último, es complicada. La Policía ha hjecho público un retrato robot que se espera incremente las llamadas ciudadanas.