Si es imposible de comprender la trágica acción de Andreas Lubitz, más complicado se hace cuando se conocen los comentarios de amigos y vecinos sobre el carácter del copiloto, un hombre "tranquilo y afable". El comandante del avión, Patrick Sonderheimer, jamás pudo llegar a sospechar que había dejado los mandos del avión en manos de un demente. Poco a poco, los medios alemanes y de otros países han empezado a revelar detalles de la vida, aficiones y hábitos de Lubitz, que hace apenas dos años se sacó en la escuela de Lufthansa de Bremen la titulación de copiloto.

Lubitz creció al lado de una pista de aterrizaje. La casa de sus padres, en la localidad de Montabaur, está a apenas 100 metros de la pista de aterrizaje del club de vuelo sin motor donde, de adolescente, hizo sus primero pinitos.

"Andreas era un joven muy agradable, divertido y amable", dijo a la agencia de noticias AP el director del club de vuelo Klaus Radke. Según afirmó, la última vez que lo vio fue el pasado otoño cuando acudió al club para renovar su licencia de vuelo sin motor.

Peter Ruecker, compañero de Lubitz en el pilotaje sin motor desde hacía diez años, aseguró por su lado a la radio RTL que el copiloto "era un joven de lo más normal. Estaba muy contento con su trabajo en Germanwings. Estaba satisfecho porque había logrado su sueño. No creo que fuera capaz de tal cosa", concluyó.

Un vecino de Montabaur, localidad situada entre Fráncfort y Colonia, al noroeste de Alemania, de unos 12.000 habitantes, recordó que ser piloto "era el gran sueño" de Lubitz. "Lo persiguió con determinación y lo consiguió", manifestó al diario alemán Rhein-Zeitung.

Un amigo de Lubitz, que como el vecino prefirió no revelar su identidad, aseguró que para el copiloto "volar era su vida". Recordó que, en su caso, sí notó cierto cambio de actitud en su compañero. Según dijo pasó de ser una persona afable y tranquila, cuando iban al club a volar o al cine, a ser una persona más bien retraída en el último año. Su amigo se percato de ello sobre todo en la celebración de dos cumpleaños.

Nada se sabe de los padres de Lubitz que, antes de conocerse las grabaciones de la caja negra que indican la decisión de su hijo, acudieron con el resto de familiares al lugar del suceso. Lo único que se conoce es que su padre trabaja en un banco y su madre es organista de una iglesia protestante.