Lara Álvarez (Gijón, 1986) no abandona Mediaset, donde ha presentado GH y Supervivientes. En este último, acaba de iniciar una nueva aventura, la cuarta.

-¿Tenía ganas de lanzarse a la aventura? Y nunca mejor dicho...

-Sí. Sentía mucha expectación, muchas ganas y más fuerza que nunca. Es que hay mucha fuerza en Supervivientes este año.

-¿Cree que también esta vez llorará cuando todo acabe?

-Cada año lo hago. Han sido tres seguidos en los que acabo pareciendo la llorona del programa. Es que suena a tópico, porque siempre se dice en este tipo de espacios, pero es que todo se vive tan intensamente, incluso para la gente que trabajamos ahí, que hay un reality detrás del reality. Son más de 90 días en los que convives con tus compañeros, en los que estás en los buenos y malos momentos, hombro con hombro. Porque, al final, todos estamos en la misma situación. Y es que, aunque nosotros no pasamos hambre ni nos mojamos con la lluvia, echamos de menos a nuestra familia, nuestra rutina, nuestras vidas... Cada vez que vas a Honduras se crea como una burbuja, como si la vida dejara de existir fuera de allí. Es muy curioso.

-Es lo que provoca en las personas la distancia.

-Todo se suma… Se suma la diferencia horaria - allí son ocho horas menos-, ya que cuesta e encontrar momentos para tener contacto con los tuyos, porque, claro, la gente sigue con su vida y con sus cosas y parece que todo el mundo fuera mucho más rápido que tú.

-Aunque no sufren tanto como los concursantes, también tienen allí un trabajo duro, ¿no?

-Sí, tenemos un ritmo frenético. Gracias a Dios, Supervivientes es un programa que funciona muy bien y la gente lo espera con muchas ganas -creo que el secreto está en la autenticidad del concurso-, pero entre las tiras diarias para Divinity; el acceso del programa de los martes; los domingos, el debate; los jueves, las galas… Luego, nosotros tenemos grabaciones en localizaciones diferentes… O sea, que no paramos. Tenemos un día o dos, como mucho, a la semana libres, pero no suelen ser completos, porque también tenemos las reuniones de escaleta o el visionado del contenido de los vídeos… Yo, por una parte, lo agradezco, porque estar ocupado hace que el tiempo pase más rápido, pero tanta actividad agota, la verdad.

-No obstante, usted no pierde peso como los concursantes…

-No se crea. Yo cada año pierdo tres o cuatro kilos aunque coma mucho, solo por lo que se suda y la humedad que hay. Y trabajamos duro. Cada día, de once de la mañana a las seis de la tarde, que son las horas más complicadas de sol. Y debido a la diferencia horaria con España, cuando hay que entrar en directo la cosa se complica un poco más. Pero nos llevamos a un cocinero español para que nos mime. Llevo cuatro años en este programa y soy supermeticulosa con la comida y los cuidados para no coger nada.

-¿Tenía a priori preferencia por alguno de los concursantes?

-El primer año, por mi inexperiencia, cometí el error de pensar: este perfil me gusta, funcionará muy bien; este, en cambio, no se cómo va a reaccionar... Pero lo bueno de Supervivientes es que llegan los personajes con el perfil de persona pública, pero luego, con el paso del tiempo, sale el superviviente real. Y ahí no hay trampa ni cartón. En las situaciones extremas, de frío, de convivencia, de hambre… De darse cuenta incluso ellos mismos de que no esto no es ninguna tontería, que es un programa muy duro... Por eso intento mantenerme neutral, porque me parece una suerte poder evolucionar con ellos, poder seguirles sin prejuzgar porque lo disfrutas mucho más.

-¿Se ha llevado de nuevo una maleta cargada de biquinis?

-Sí. Y hay un cambio de estilismo. El año pasado iba a todas las galas de blanco, con un look un poco más limpio, más suave. Más Vaitiare, como me decía mucha gente. Pero este año será más agresivo. También el programa ha dado un giro más agresivo y los concursantes se tendrán que enfrentar a un reality más… Eso, agresivo es la palabra.