Este año las llamas están respetando el monte aragonés y la superficie quemada es sensiblemente inferior a la de otras ocasiones. Hasta el punto de que el 2011 está siendo el mejor verano de los últimos diez años con apenas 568 hectáreas devastadas por el fuego, de las que solo 217 fueron de monte arbolado. La cifra más baja desde el año 2000, y muy lejos de los graves incendios que ahora hace dos años asolaron casi 20.000 hectáreas del patrimonio natural aragonés.

Esta tendencia positiva entra a partir de hoy en una fase crítica que durará aún un par de semanas, en las que se espera un aumento de las temperaturas y posibles tormentas que, si no van acompañadas de lluvia, extreman la posibilidad de sufrir incendios forestales.

Uno de los incendios más graves de cuantos se han producido hasta ahora tuvo lugar el pasado fin de semana, y fue de proporciones prácticamente simbólicas, al arder 70 hectáreas a causa de un rayo. Aunque el mes en el que más superficie ha ardido ha sido marzo, con unas 200. En cambio, febrero ha sido el mes con más número de siniestros, la mayoría conatos. Nada que ver con los incendios que quemaron gran parte de Aragón hace ahora dos años, o también en el 2008. Hay que remontarse al año 2000 para encontrar unos datos tan positivos. En aquel momento, habían ardido solo 500 hectáreas.

De los 346 fuegos que se han producido este año en Aragón, 100 han sido en Huesca, 173 en Zaragoza y 73 en Teruel. Todos de proporciones escasas, como se demuestra que la media de superficie quemada haya sido de 1,2 hectáreas en Huesca, 1,1 en Zaragoza y 3,6 en Teruel.

FACTORES QUE INFLUYEN Varias son las circunstancias que explican los motivos por los que este año está siendo benevolente con el medio natural. En primer lugar, no se ha producido un verano extremo en temperaturas, sobre todo en el mes de julio. Apenas se ha dado la circunstancia meteorológica conocida como la regla de los 30 (más de 30 grados, menos de 30% de humedad relativa y vientos superiores a 30 kilómetros por hora) que es clave para que el riesgo de incendios se multiplique. Estos párametros medioambientales apenas se han dado este año.

Además de las condiciones naturales, también ha influido el trabajo de los retenes de Sodemasa, que permanecen alerta en prácticamente todo el territorio aragonés. Asimismo, diversas actuaciones de mantenimiento han sido decisivas para que el monte esté en un estado óptimo y se evite el riesgo de que arda.

Entre estas medidas, está la creación de cortafuegos, la aplicación de ganadería extensiva en zonas de matorral (se ha llegado a probar incluso con cabras y camellos, la limpieza del monte y otro tipo de infraestructuras que previenen del fuego en la medida de lo posible.

Hasta el próximo 15 de septiembre, el riesgo de sufrir siniestros que rompan esta tendencia positiva es muy alto. De hecho, las elevadas temperaturas de los próximos días han supuesto que se esté en el grado de alerta máxima en todo Aragón. Será fundamental para evitar que se produzcan episodios trágicos que las tormentas que se van a producir no sean secas, ya que si esto se produce, los rayos aumentan la peligrosidad.