Cristina -nombre ficticio- había comenzado a destacar académicamente ya en 1º de Primaria, pero fue en 4º cuando, a iniciativa de la tutora, fue valorada como alumna de altas capacidades. Ya había detectado envidia por parte de algunas compañeras que se esforzaban en arrinconarla, pero fue a partir de 4º cuando los episodios de acoso se recrudecieron. «La asilaban, hacían comentarios despectivos y le robaban material», recuerda su madre María -nombre ficticio-.

Por eso, Cristina no quería que nadie se enterara de que había sido diagnosticada con altas capacidades. El centro le derivó a Sin Límites, donde se diseñan actividades para estos alumnos, a los que se les suele quedar corta la formación que reciben en clase. «No quería que se enterara nadie, pero alguien lo hizo y la cosa se extendió. Incluso muchas madres dejaron de hablarle porque consideraban que les habíamos mentido», recuerda María.

La promotora de los episodios de acoso obligaba al resto a elegir entre ir con ella o con Cristina, pero fueron los robos el detonante de la denuncia de los padres, que se toparon de bruces con la inesperada reacción del centro. «Nos dijeron que ahí no había robos, que mi hija habría perdido lo que fuera», indica su madre, que tiene claro que «no es el mejor centro el que no tiene acoso escolar, sino el que trabaja por detectarlo y dispone y ejecuta un protocolo para erradicarlo».

Cristina soportó esa situación durante dos años más, hasta que, en 6º, «ya no podía más». y pidió el cambio de centro. Estaba sola. «Le cambió el carácter. No quería ir al colegio y estaba triste todo el día. No cayó en una depresión porque tenía otros ambientes distintos al del centro en los que tenía relaciones normales. Eso, su inteligencia que le permitió disponer de recursos y que confió en mí desde el principio le salvó. Se puede salir y hay que luchar».

Ahora es «feliz» en otro centro, donde, además, ejerce como mediadora en el programa contra el acoso escolar. El final feliz, sin embargo, no oculta la reivindicación de María. «No hace falta ser alumno de altas capacidades para sufrir acoso. Cualquier excusa es válida, pero estos chicos están estigmatizados y hay que normalizar esto porque es un estereotipo injusto», afirma. J. O.