El avispero catalán tiene muchas lecturas, tantas como partidos y medios de opinión, pero una sola causa: la deriva insolidaria, antidemocrática y parafascista de PDeCat, Esquerra Republicana y la CUP, los tres partidos minoritarios que avalan la independencia desde la agitación callejera y la manipulación parlamentaria.

Prueba de que dichos partidos, que en absoluto componen o integran un bloque unido, son minoritarios en la sociedad catalana es que su máximo representante institucional, el president Carles Puigdemont, nunca se ha presentado a las elecciones autonómicas. Ocupa el puesto por una designación nominal de su partido, a riguroso dedo.

Cuando la CUP rechazó a Artur Mas, por corrupto, por ser símbolo de las mordidas del 4%, aceptó a Puigdemont como a un títere al que podría manejar a su antojo, como así ha sido.

La anarcoide CUP, con una triunfante y sonriente Anna Gabriel dueña y señora del calendario político, de la agitación y la desestabilización de un sistema que pretende cambiar en su globalidad por una república populista gobernada de manera asamblearia, eliminando la propiedad privada y sustituyendo la familia y otras instituciones sociales por comunas de individuos asignados a planes quinquenales de producción, como en la China maoísta, está dispuesta a proclamar cuanto antes la independencia.

Puigdemont, el títere, y Junqueras, el verdadero clown del independentismo, un político risible, de un cinismo absoluto, que gobierna sin el menor escrúpulo junto a los rancios fenicios del naufragio de CiU, son arcilla en manos de la CUP, que ya los tiene donde quería, al borde del abismo, con una masa enfervorecida de ciudadanos empujándoles por detrás.

Pero hay otra masa, la mayoría silenciosa, esos millones de catalanes que se avergüenzan de estar gobernados por esta especie de ejército de Pancho Villa y se rebelan en silencio o a través de sus portavoces.

Albert Rivera es el más decidido a aplicar medidas de suspensión cautelar de la autonomía y reclamar elecciones autonómicas. Parece la única manera de que los catalanes voten con un censo formal sobre sus auténticas preferencias. Rajoy sopesa esa posibilidad, que también le reclama su portavoz catalán, Albiol.

¿Votarem?