El estadounidense Alberto Fernández es vicepresidente de Instituto de Investigación de Oriente Medio y miembro de la junta directiva del Centro para Ciberseguridad y Seguridad Nacional de la Universidad George Washington.

--¿A quién dirige su mensaje ideológico el Estado Islámico?

--El Estado Islámico individualiza su mensaje, que es a la vez general. Destina a cada individuo su mensaje y este se transmite cara a cara, invirtiendo tiempo, horas y tensión, como lo hace un pedófilo en internet, para convertir a una persona a su ideología. Hacen un trabajo difundiendo el gran mensaje, la gran visión, pero también viendo a las personas una a una. Los islamistas salafistas del Estado Islámico transmiten un mensaje multisectorial. Hacen vídeos en uigur, un idioma que habla una minoría musulmana del este de China que tiene problemas con el Gobierno central. Es el primer grupo terrorista que le ha prestado tanta atención una pequeña minoría asiática, porque piensa que le puede ser útil en su causa.

--La información es muy importante en la guerra contra este terrorismo.

--El volumen de información que maneja Estados Unidos sobre el EI no es lo realmente importante. Mundialmente, el peso de la opinión en contra de EI es enorme. El problema es el volumen en un espacio pequeño virtual, que atrae el interés de las personas. Estamos hablando de una Alaska, de un pedacito del espectro de la propaganda, y en ese terreno tienen el dominio.

--¿Existe una línea ideológica concreta en su transmisión ideológica?

--Tienen como un liderazgo propagandístico, con sucursales en las provincias que compiten una con otra en producir propaganda. En el Estado Islámico cada uno hace su propio material de propaganda, siguiendo una misma línea general, pero al mismo tiempo generando enfoques independientes. El liderazgo tiene su pauta, pero las sucursales tienen mucha libertad para elaborar su propio material.

--Deben de dominar el lenguaje de las redes sociales.

--No son unos maestros en el manejo de las redes sociales. Lo que han hecho ha sido capturar algo que ya existía: el crecimiento del cibersalafismo. En internet hay de todo y, como en Twitter, hay submundos. Y con el paso del tiempo se ha creado un submundo virtual salafista extremista, y ellos, como un parásito, han captado esa realidad y la han hecho parte de su aparato de divulgación. Los que lo hacen son voluntarios y ayudan a EI sin ser parte del mismo.

--Pero está claro que las redes sirven a EI para ganar adeptos.

--En cierto sentido, sí manejan las redes mejor que los gobiernos occidentales. Son un grupo terrorista y un Gobierno y siguen un modelo de caos propio de una insurgencia. Pero no siguen la jerarquía de un Gobierno. Lo que hay es un caos programado y empujado hacia un mensaje general. Ellos ponen la pauta y sus seguidores hacen lo que pueden.

--¿En qué medida han extendido su ideología?

--Es una minoría muy reducida del mundo musulmán, pero es una vanguardia revolucionaria que resulta grande para Occidente. Se dice que la célula de París usaba la Play Station 4, con la que se pueden enviar mensajes mientras se juega. Pero no hay una forma definida. El radicalismo es sumamente individual, lo que comunican depende del país, el grupo y la persona.

--¿De qué medios dispone Occidente para contrarrestar el mensaje de EI?

--De pocos medios, pues la contranarrativa no es religiosa y tiene que ver con la política y la religión. Y eso es difícil para Occidente. Se puede colaborar en un contramensaje, pero es difícil crearlo de la nada. Habrá que trabajar con socios de Oriente Medio, con comunidades musulmanas.