El curso 2014-2015 será difícil de olvidar para Javier Lambán, que ha cumplido dos sueños fruto de la constancia y la tenacidad labrada durante años por este cincovillés ejerciente que en agosto cumplirá 58 años. Lo empezó leyendo su tesis doctoral y lo acaba investido presidente de Aragón. Es el colofón a sus dos pasiones: las inquietudes intelectuales y la política, dos actividades que cultiva y que relaciona con frecuencia. Aunque, su pasión principal es su hija Teresa, fruto de su matrimonio con Marisa Lázaro, con la que comparte todo y también es un puntal importante en su trayectoria política.

Su tesis, titulada La reforma agraria en Aragón y la reivindicación de los bienes comunales durante la II República reúne dos aspectos íntimamente vinculados y que interesan a este municipalista convencido: el sueño truncado de la República y la importancia de la agricultura, y más proviniendo de una tierra donde el campo es la actividad principal.

Lambán lleva 25 años dedicado a la actividad política, la mayor parte de su trayectoria en Ejea de los Caballeros, su ciudad natal y cantera inagotable de políticos aragoneses, de la que fue concejal y posteriormente alcalde. Si alguien influyó en la promoción de sus inquietudes intelectuales y políticas fue Mariano Berges, uno de sus referentes en el socialismo junto a su padre Francisco. También Manuel Azaña (como quedó patente en su discurso de investidura) y el padre de la socialdemocracia alemana, Willy Brandt. Por eso, con 25 años se afilió al PSOE, partido del que es secretario general desde abril del 2012.

Su vocación de munícipe le llevó a presidir la Diputación de Zaragoza, donde fue presidente de 1999 al 2011, año en que el PP recuperó esa institución. Fue entonces cuando comenzó a pensar que era el momento de probar en la política autonómica, y fue diputado autonómico, en una suerte de transición para preparar el relevo de Marcelino Iglesias. De este modo, y mediante unas primarias en las que no tuvo rival, fue erigido secretario general de los socialistas y después de más de tres décadas, el PSOE de Zaragoza volvió a dirigir un partido marcado por la hegemonía de los socialistas altoaragoneses y el sello personal imprimido por Iglesias.

Lambán integró todas las sensibilidades y aunque es hombre de pocos círculos de confianza y tendencia a la introspección, comenzó a recorrer Aragón, en un aprendizaje minucioso para construir su propia tesis doctoral de Aragón, reconocer sus puntos débiles, los fuertes, elaborar sus propios diagnósticos y construir un relato que le sirvió para elaborar un programa que le ha aupado a la Presidencia de Aragón. El presidente socialista que por obligación y convicción pactó con toda la izquierda y elaborará en principio y si no se deja someter por las presiones el Gobierno de Aragón más progresista de la democracia.

Lambán es un hombre callado y poco dado a los focos. No es de la clase de político que busca la cámara o que sea afecto al calor de la ciudadanía. Despreocupado de su propia imagen y más interesado en construir un discurso de altura intelectual y con más contenido que formas dialécticas. Orgulloso del padrinazgo político de dos jóvenes socialistas, Teresa Ladrero y Susana Sumelzo, que han emprendido ya su propia senda iniciada como él en Ejea de los Caballeros, la ciudad en la que invirtió cuanto pudo y reivindica siempre que puede. Como también reivindica su madridismo entre sus pasiones futbolísticas. Un madridismo "tribal" que le lleva a sentir la muerte de Di Stefano como la de alguien cercano y perpetúa la triste maldición de que Aragón nunca ha tenido un presidente que sienta los colores zaragocistas. Aunque para purgar este pecado, Lambán celebró solemnemente en la DPZ el 75 aniversario del Real Zaragoza y fue sparring de la gloriosa generación de los Zaraguayos, como jugador juvenil del equipo blanquillo.

Lector empedernido, disfruta de la poesía de Kavafis y Machado y devora series enteras en deuvedé, aunque ninguna es como su biblia particular, la trilogía de El Padrino, que quizá le sirva para tomar algún apunte necesario para sobrevivir en política. Disfruta con el jazz y el flamenco, aunque tiene dos ídolos musicales. El inigualable cantor Carlos Gardel y Joan Manuel Serrat, de quien es amigo personal. Estas cosas son las únicas que le pueden distraer de su principal afición: el trabajo. Un trabajo solitario, sin necesidad de grandes equipos, sin tendencia a compartir sus propias decisiones.

Lambán empieza hoy una nueva etapa de su vida, en la que deberá aprender a encajar las críticas como contiene las emociones. Él y su Gobierno tienen encomendada una misión tan compleja como apasionante.