Saray Giménez tiene de 28 años y vive en Zaragoza. Conoce en primera persona las penalidades del mercado laboral. En el 2013 la despedieron de la empresa en la que llevaba cinco años al quedarse embarazada. Tras un año al cuidado de su hijo, volvió a la búsqueda activa de un empleo y se topó de lleno con la precariedad. «Durante tres años fui encadenando un trabajo con otro sin parar. Hay mucho abuso. Casi todo eran empleos de pocos meses y hasta algunos que son verdaderas estafa», explica. «El trabajo estable ya no existe. Los jóvenes lo tenemos muy crudo», lamenta. Solo en el 2016 tuvo cinco contratos. Trabajó de teleoperadora, de azafatas de estanco, vendiendo tarjetas de un banco, en una tienda de telefonía... «Encima ahora Hacienda me va a crujir», teme. Afortunadamente, desde hace unos pocos meses tiene un trabajo en el que está a gusto y tiene buenas expectativas. J. h. p.