El congreso extraordinario socialista ha convocado la mayor concentración de tópicos y frases hechas contemplada desde el desplome de la Roja en Brasil. De tanto reclamar fortaleza, unidad e integración, tanto llamar a remar en la misma dirección y a ocuparse más de los problemas de los ciudadanos, parecería hasta razonable preguntarse si se llaman tanto entre ellos porque eso es precisamente lo que les falla.

Atacar al PSOE es abrir la puerta a la derecha, proclamó la omnipresente presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, al inaugurar el cónclave. Esperemos que ese discurso no constituya la principal arma de los socialistas para competir por el espacio de la izquierda. Muchos en el PSOE podrían llevarse la mayor sorpresa de sus vidas en las municipales y autonómicas que se avecinan. El viejo truco del voto útil se ha convertido en el timo de la estampita. Los votantes de izquierda más jóvenes no lo compran y empieza a irritar a los más experimentados y decepcionados. Hoy, para ganarse el corazón de la mayoría progresista hay que ofrecer algo más que miedo.

A muchos barones y dirigentes del PSOE les costará creerlo, pero la izquierda se ha repoblado con organizaciones y candidatos que quieren y pueden gobernar, jóvenes muy bien formados y sin viejos complejos que han entrado en política precisamente para decidir; no para ejercer de acompañantes, pepitos grillos o socios minoritarios del socialismo.

Seguir instalados en ese cierto complejo de superioridad donde la única izquierda madura y adulta habita en el partido socialista y todos los demás o resultan muy ingenuos, o muy populistas, o muy demagogos, revela una desconexión de la realidad alarmante, además de acreditar una autoindulgencia que o provoca malestar o invita a la piedad.

Si cuanto tienen los socialistas para competir con las restantes fuerzas de izquierda consiste en repetir que poseen la exclusiva de las propuestas realistas y serias, llegan demasiado tarde. Esa franquicia ya la ha registrado el Partido Popular.

La competencia

Para competir en política con garantías resulta aconsejable reconocer el valor de la competencia y ofrecer algo de interés. "Somos el partido del cambio", prometió Pedro Sánchez. Seguramente hablando de esta forma se empieza a mejorar la oferta. Pero por el momento parecen no haber comprendido tan bien la naturaleza de su competencia. Los socialistas se muestran completamente convencidos del carácter coyuntural de sus problemas y seguros sobre que sus competidores en la izquierda no suponen una amenaza real.

En esta visión un tanto minorista del mundo, el ambicioso Podemos de Pablo Iglesias, la rejuvenecida IU de Alberto Garzón o la izquierda verde solamente son un accidente, no ofertas políticas atractivas, conectadas al mundo real y listas para ganar. Todos ellos disfrutan ocasionalmente de un voto que los socialistas consideran que les pertenece porque sí. Bastará con agitar el fantasma de la derecha para que esos votantes vayan solos hacia la luz. No sabemos si el tiempo les dará la razón. De momento, no pueden andar más equivocados.