"Las empresas somos un enfermo con una herida que necesita diez puntos pero solo le ponen dos. Nunca se curará". El autor de esta metáfora para explicar la situación que sufren cientos de pymes en Aragón es Antonio Becerril, director de operaciones de la constructora Demebesa. Con 25 trabajadores directos, esta firma familiar creada en 1999 lucha actualmente por conquistar el respaldo de las entidades financieras y así poder acometer trabajos en el extranjero. "La banca te da dinero, pero el que te da es insuficiente y además tarda en llegar", resume.

La experiencia de Becerril con la banca es algo decepcionante. "Te dan lo mismo que si vendieras tu patrimonio. Ellos no arriesgan, tú sí", opina. Tampoco las herramientas de la DGA para impulsar el emprendimiento y facilitar el acceso al crédito con garantías ante terceros --como Sodiar o Avalia-- han servido para lograr el objetivo de Demebesa, ya que excluyen a empresas de los sectores financiero e inmobiliario. "Nosotros no vendemos pisos, hacemos obra pública y privada", matiza. Así que Becerril ha tenido que recurrir a inversores privados. "Hemos ganado proyectos a grandes empresas del sector, pero nosotros venimos de peones de albañil y no cotizamos en bolsa", añade el también tesorero de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Aragón.

Recientemente, Demebesa se ha adjudicado un par de proyectos nacionales aunque su futuro está más ligado a Sudamérica, concretamente a Perú, donde va a construir residencias para estudiantes. Pero para afrontarlos con éxito precisa un millón de euros. "Más del 80% de mi tiempo lo dedico a buscar financiación", reconoce. "El dinero que nos llega de la banca es insuficiente. Te quedas en mitad del río... y claro, se te acaba llevando la corriente", lamenta.