«Cuando te dicen que tienes cáncer piensas que esa película no va contigo. Lo escuchas, pero crees que no es para ti», cuenta Isabel Fonollet. «El primer impacto fue tremendo. No lo esperaba bajo ningún concepto. Cuando reaccionas te dices: ¡Soy yo. Me ha tocado!», insiste esta aragonesa a la que hace 14 años le dieron la noticia que «nunca» creía que iba recibir.

Fueron unas microcalcificaciones en un pecho las que hicieron saltar todas las alarmas. Al final, tras el análisis de las mismas, la situación derivó en un cáncer de mama que fue tratado con 35 sesiones de radioterapia y la eliminación del tumor. Durante ese periodo, su marido se convirtió en su apoyo. «Fue fundamental. Mis hijos ya estaban independizados y el día a día lo viví con él. A todas horas estábamos juntos. El primer día fue el que más derrumbados estuvimos, pero luego yo me vine arriba y la fuerza la tuvimos los dos», cuenta Isabel. «No me sentí sola en ningún momento, me acompañó a todas las partes, Antonio fue fundamental para mí, sin ninguna duda», recuerda.

Dice que su marido «no cambió su rutina» por la enfermedad, pero es consciente de que «pasaría lo suyo, aunque no me lo comunicara». La fuerza de Isabel fue la base de todo. «Él nunca me vio apocada ni que me flaquearan las fuerzas. El médico fue claro desde el principio y nos infundió tranquilidad. Creo que fue bueno saber a qué nos enfrentábamos, porque eso nos hizo unirnos mucho más», relata.

Un antes y un después

Se sentía bien físicamente, la radio no le provocó serias consecuencias y quiso seguir con su vida. «Como siempre», dice. Sin embargo, con el tiempo dejó de trabajar. «Tenía un pequeño negocio y me lo quité. Con el tiempo alguna vez me he arrepentido, pero en aquel momento me dije que lo que no podía hacer era desperdigar mis fuerzas en varias cosas, sino unificarlas en una sola cosa: recuperarme», explica. «Tenía que salir adelante y eso era lo fundamental», añade. Y ahí estuvo Antonio. Un día tras otro. «Siempre», incide Isabel. «Con todas las personas con las que hablo coincidimos en lo mismo y es que cuando se pasa por un cáncer siempre hay un antes y un después. Las cosas se ven desde otro punto de vista, se valora todo más», añade.

Durante cinco años Isabel tomó medicación tras pasar el periodo persistente de revisiones periódicas. «El oncólogo siempre me dice que a sus pacientes nunca les da el alta, porque siempre hay que revisar que no hay riesgo de nuevo. Dicen que durante el periodo crítico se producen el 5% de las recaídas, pero también después hay que prevenir».

A día de hoy, Isabel es voluntaria con la Asociación contra el Cáncer en Zaragoza. «Yo tuve mi gran apoyo en casa, con mi marido, y me siento muy afortunada. Si puedo contribuir con mi fuerza y mi granito de arena a ayudar a los demás lo haré encantada», asegura.