La historia se repite y Aragón vuelve a demostrar que está dispuesta a ser un refugio para las familias que sufren los estragos de la guerra. Entre los años 1992 y 1993 más de un centenar de refugiados de la guerra de los Balcanes fueron recibidos con los brazos abiertos por los vecinos de casi treinta pueblos aragoneses. En toda España se estima que participaron en los distintos programas de acogida más de 1.500 personas.

En noviembre de 1992 cincuenta personas que escapaban de los bombardeos en la antigua Yugoslavia llegaron por primera vez a Zaragoza gracias a las gestiones del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad (MPDL) y otras oenegés. En aquel grupo llegaron 22 niños de diversas edades acompañados de uno o más miembros de su familia, de distintas religiones y etnias. Casi todos ellos fueron alojados en pueblos de dimensiones similares a los de su origen en pisos vacíos cedidos por particulares.

"Los propios pueblos ayudaban, por ejemplo, no cobrando la luz a los refugiados, y los vecinos del pueblo daban mantas o comida a los recién llegados", recuerda Agustín Gavín, presidente de MPDL, que trabajó directamente con los refugiados y con las instituciones para organizar todo el operativo de acogida.

Las relaciones entre Serbia y Croacia cada vez eran más complicadas y la duración del programa aumentó, así como el número de acogidos. Un año después entre Calatayud, Pedrola, El Burgo y Utebo se alojaban 80 refugiados. En distintos pueblos de Teruel 28 y otros tantos entre Huesca, Panticosa y Graus.

Incluso algunos municipios pusieron a disposición de los refugiados puestos de trabajo para que pudieran ganarse la vida durante la estancia. Los diccionarios improvisados y las ganas de colaborar de todos los vecinos solventaron el resto de complicaciones. Los ayuntamientos gestinaron la recogida de productos de primera necesidad, mantas, ropas y donativos para garantizar la manutención de los desplazados. En Calatayud, por ejemplo, recibieron unas 15.000 pesetas por persona y mes (unos 90 euros).

La solidaridad durante aquellos meses también se demostró con envíos de ayuda humanitaria. La oenegé antibelicista fletó varias decenas de cargamentos con toneladas de víveres, ropa y jueguetes. También se organizaron diversos festivales solidarios para recaudar fondos.

Gavín recuerda que esta crisis humanitaria "no es provisional" y afirma que hay que estar preparados para dar una respuesta a largo plazo. Ya se han puesto en contacto con las instituciones porque consideran que la experiencia de la oenegé puede ser muy útil para hacer frente al nuevo drama.

"Hemos propuesto la creación de unas mesas abiertas con las instituciones, la sociedad civil y profesionales para coordinar todos los esfuerzos y ofrecer una acogida con garantías y digna", explicó.

Gavín lamentó que la reacción de Europa llega tarde ante una "guerra mundial" en la que los fabricantes de armas "se están forrando" y no atisba una solución a corto plazo.