Aragón vive hoy su patrón en vísperas de las elecciones autonómicas y municipales más inciertas de la historia. El día de San Jorge, nacido con tintes reivindicativos e identitarios, ha ido perdiendo tono hasta quedarse en los huesos, en su vertiente más institucional. De la edición de este año poco cabe esperar más allá de los consabidos mensajes políticos más pendientes de las urnas que de otro sitio.

Las elecciones marcan el Día de Aragón en el plano institucional. Termina la legislatura de la crisis y el día de hoy sirve también de cierre de capítulo. En el que viene, más allá del 24 de mayo habrá más protagonistas, algunos de ellos nuevos. En sus mensajes y en ideario --algunos ni siquiera tienen-- poco o nada hay del aragonesismo, desdibujado y desatendido en los últimos años. Solo CHA y el PAR, que han ido perdiendo fuerza en el Parlamento autonómico, son guardianes de esa esencia y hoy volverán a demostrarlo con actos paralelos en las calles en los que reafirmarán su identidad y proclamarán su aragonesismo. Chunta estará presente en nueve localidades aragonesas con diversas actividades. En Zaragoza, a las once y en la calle Alfonso hará un homenaje a la cuatribarrada y a partir de las doce menos cuarto, detrás de la Lonja, leerá su Pequeño manifiesto por un gran país y más de 40 personas harán lo propio con textos de destacadas figuras de la cultura y el pensamiento aragonés.

Los nuevos partidos, aquellos que dicen estar llamados a abanderar el cambio, nada dicen de las reivindicaciones aragonesistas. Traen mensajes importados de otros lares, y con el impulso que supone hoy en día ser nuevo, parece valerles para conquistar los favores de una ciudadanía que en los últimos años también ha perdido su aragonesismo reivindicativo. El bipartidismo, por su parte, conocedor del territorio y consciente de sus necesidades ha hecho propio una parte de esas peticiones de las que Aragón ha hecho bandera durante años y que han tenido desigual suerte una vez han recalado en Madrid, donde al final imperan los intereses partidistas por encima de los territoriales.

De Aragón como comunidad, y de estos últimos cuatro años, hablará hoy la presidenta, Luisa Fernanda Rudi, que hará una suerte de balance de esta compleja legislatura. Cobrará especial relevancia el discurso del presidente de las Cortes, José Ángel Biel, que se despide de la vida política y que aprovechará el acto, con especial simbolismo para él, líder del aragonesismo en las últimas décadas, para decir adiós y lanzar sus mensajes. En este caso serán los últimos, al menos como máximo responsable del Parlamento, en lo que podría ser el testamento político de una de las figuras controvertidas del panorama político aragonés desde 1977. Las Cortes y el Gobierno, en acto solemne al mediodía, entregarán de nuevo conjuntamente sus distinciones. Este año recaen en el jurista José Antonio Escudero y en el Justicia Fernando García Vicente. También se concederá la Medalla de los Valores Humanos a todos aquellos que trabajaron en las duras semanas de las riadas del ebro, con los alcaldes y los vecinos de los municipios a la cabeza.

En 32 años de autonomía, Aragón ha alcanzado grandes cotas de autogobierno y, a pesar de la grave crisis actual, los recortes y el sufrimiento de miles de ciudadanos, el desarrollo y el bienestar es superior al de hace tres décadas. Pero, a pesar de ello, la comunidad sigue sufriendo algunas de las carencias y los problemas que ya vivía en la transición, e incluso hace cien años, en la época del regeneracionismo, el costismo y el incipiente sentir aragonesista: una deficiente autonomía financiera, una grave crisis demográfica que empuja a la despoblación y el envejecimiento de la ciudadanía, una irracional, mala e inaficaz planificación hidrológica y graves carencias en infraestructuras. Por este motivo, hay que seguir construyendo Aragón.