Cada año, en España se desaprovechan 7,7 millones de toneladas de alimentos. De esta cantidad, 3,2 millones -el 42%- corresponden a lo que desechan los hogares del país. Este dato de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) pone de relieve una realidad que resulta todavía más chocante si se considera que un tercio de los alimentos que se producen en el mundo para el consumo humano ni siquiera llegan al plato. Todo ello sin olvidar que 793 millones de personas sufren desnutrición. En Aragón, comunidad en la que se adquirió medio millón de toneladas de alimentos en los seis primeros meses del 2017, instituciones y entidades luchan contra este derroche.

En ese sentido, el director de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes), Víctor Viñuales, explica que este despilfarro «no tiene ningún sentido» y que, además de suponer un problema ético, también lo es ambiental. En ese sentido, cabe señalar que por cada kilo de alimento producido se emiten 4,5 kilos de dióxido de carbono a la atmósfera, con las implicaciones correspondientes en el cambio climático. Recientemente, la fundación que dirige firmó junto con otras diez entidades y el Gobierno de Aragón un código de buenas prácticas frente al desperdicio de alimentos.

Entre las partes que adquirieron este compromiso se pueden encontrar distribuidores, detallistas y consumidores. Y es que, como destaca Viñuales, con estas medidas buscan «la implicación de todos los actores que forman parte del problema, ya que todos deben ser parte de la solución».

Efectivamente, en este derroche alimentario todas las partes tienen su cota de responsabilidad ya que, además de ese 42% que se queda en la basura de las casas, el 39% del total pertenece a la fase de fabricación, el 14% corresponde a la restauración y el 5% a la distribución. De los productos que se desechan en los hogares aragoneses, el 58% es fruta, verdura y pan, según una encuesta que realizó el año pasado el ejecutivo autonómico. En este contexto, se observó que en las zonas rurales aprovechan más las sobras, ya sea para abonar el campo o para dar de comer a los animales. También que los mayores de 65 años generan menos desperdicio.

Viñuales coincide con este dato, ya que estas personas parten de «una cultura de austeridad». Y es que «la gente no tiene muchas veces consciencia del problema y de las implicaciones que tiene».

Otra iniciativa que se llevó a cabo recientemente en Aragón fue #ZaragozaNoTiraComida, un evento organizado por Feeding Zaragoza y que contó con la colaboración de entidades e instituciones como la Federación Aragonesa de Solidaridad (FAS), el Ejército, que prestó tres cocinas de campaña, y el Ayuntamiento de Zaragoza. La actividad tuvo lugar el pasado 21 de octubre en la plaza del Pilar y repartió unas 6.400 raciones de comida que se iba a desechar a más de 5.000 personas.

Hasta 300 voluntarios participaron en esta iniciativa en la que utensilios como platos o cubiertos eran, además, compostables. El secretario del colectivo organizador, Ignacio Builes, detalla que por su quinto aniversario quisieron llevar a cabo un evento que alcanzara las 5.000 personas, un desafío que lograron superar con esta iniciativa pionera en España.

Acerca del derroche de alimentos, Builes sostiene que algunos de los productos que se desechan muchas veces «están perfectamente», como caramelos con una pequeña burbuja en su interior o paquetes de arroz con una marca de rotulador en el envase. También propone un cambio en las leyes para que en el etiquetado se incluya la fecha de caducidad de los productos y no la de consumo preferente, ya que la primera señala el límite que garantiza que el producto no resulta nocivo y la segunda puede llevar a engaño, ya que marca el momento en el que el alimento pierde ciertas propiedades organolépticas.

Edurne Caballero, de la FAS, también participó en el evento de la plaza del Pilar. Por su parte, considera que son las grandes cadenas de distribución las que más pueden hacer, ya que «conocen los hábitos de consumo y la capacidad de producción».