El primer gobierno democrático desarrolló el primigenio Estatuto, de una comunidad que fue condenada a la vía lenta contra la voluntad de la mayoría de los aragoneses. Aragón partía de ningún grado de autogobierno y tuvo que desarrollar las primeras leyes e instituciones. Su sentir autonomista le causó problemas con la dirección federal de su partido, el PSOE, y esta crisis le condenó a la derrota orgánica en 1987 y a perder las elecciones.