El hastio, el cansancio y la resignación llevan, a veces, a tener que afrontar las situaciones complicadas con cierto humor e ironía. Incluso aunque uno esté en las Urgencias de un hospital. Algo así pasó hace unas noches en Barbastro, donde la saturación de su servicio provocó esperas de hasta 12 horas con una paciente de 93 años. «Todos nos pusimos a aplaudir cuando, por fin, aquella señora fue atendida. Nos dio igual pensar que estábamos en un sitio sanitario y el protocolo, fue un gesto que nos nació. Estábamos hasta las narices de la espera. Y, encima, ver a una mujer tan mayor allí tantas horas daba hasta pena», explicaba ayer a este diario una vecina de Binéfar que se trasladó hasta Barbastro para acompañar a su pareja. En su caso, la demora duró 10 horas.

En este hospital, la situación ha mejorado en los últimos días. «Nosotros hemos seguido aquí, en planta, y la atención ha sido buena. Espero no tener que volver, porque me marcho con malas sensaciones por las horas de espera en Urgencias. A veces he ido al hospital de Lérida y cuatro horas de demora es hasta lógico, pero ¿diez?», se preguntaba.

Quejas y cabreos

Las quejas de los pacientes no se dirigen a médicos o enfermeros, sino al Departamento de Sanidad. «Algo deberían hacer. Los sanitarios están cabreados, quemados, alterados con la situación, y ese estrés lleva a veces a que contesten de malas formas, peor no tienen la culpa», señaló esta paciente de Binéfar.

«Un hospital no gusta a nadie y, al final, te resignas cuando preguntas a una enfemera qué pasa y nadie te da una explicación. Solo sabían decir que no había sitio y que tuviéramos paciencia», recuerda esta oscense.

Mientras tanto, en Zaragoza, las puertas de acceso a las Urgencias del Miguel Servet seguían ayer recibiendo a numerosos pacientes. La calle era, para muchos familiares, su principal vía de escape. «La noche ha sido un caos para pacientes y familiares. Salgo a tomar el aire y a ver si todo pasa más rápido. No recuerdo nada igual», apuntaba un zaragozano. En su caso, su mujer, aquejada de un problema pulmonar, estaba pendiente de cama. «Nos han dicho que no hay sitio e igual nos derivan», señaló.

Muy cerca de él, otra aragonesa mataba el tiempo con café en mano. «Hemos llegado hace tres horas y esto está lleno. De momento, estamos a la espera de que nos vea el médico y a ver qué pasa con los resultados, pero soy consciente de que tenemos para rato», decía. A. LAHOZ