Zaragoza y Teruel quedarán unidas totalmente por autovía el próximo día 21. Un jueves que se convertirá en fecha roja del calendario cuando queden abiertos al tráfico los casi 30 kilómetros que separan Calamocha y Romanos, los últimos pendientes entre las dos provincias dentro del eje Somport-Sagunto. O A-23. O autovía Mudéjar. Han sido casi dos décadas de espera para que las tres capitales aragonesas quedaran conectadas por una vía de alta capacidad. Y la conexión Zaragoza-Teruel se ha quedado para el final de la lista: diez años ha costado acabar los trabajos de los apenas 170 kilómetros que hay entre ambas.

El tramo entre Calamocha y Romanos registra estos días una frenética actividad. Se dan los últimos retoques a una infraestructura cuya plataforma está lista a falta de la conexión entre Calamocha y el tramo anterior (que sale de Monreal del Campo) y de la colocación de elementos de seguridad y marcas viales. Son apenas 28 kilómetros cuya ejecución ha resultado demasiado larga y compleja, pues la licitación, autorizada en el 2002, preveía un plazo de 38 meses. Han pasado más de 60 desde que se adjudicó, en enero del 2003.

Contratiempos aparte, lo cierto es que el Ministerio de Fomento tiene intención de abrir al tráfico ese tramo el próximo jueves, con lo que quedará concluida la autovía Mudéjar entre Zaragoza y Teruel, apenas dos meses después de que se completara todo el eje entre Teruel y Sagunto, en Castellón. Y nueve años más tarde de que Zaragoza y Huesca quedaran unidas por esta A-23.

El tradicionalmente conocido como eje Somport-Sagunto o eje Norte-Sur tiene una longitud total de 426,1 kilómetros, cuyo trazado se diseñó para vertebrar el territorio aragonés y para canalizar el intenso tráfico entre el Cantábrico y el Mediterráneo. Con la puesta en marcha del último tramo en territorio turolense, estarán en servicio 349,5 kilómetros y quedarán pendientes los 57,6 que hay entre Nueno y Jaca y los 19 que enlazan dicho municipio oscense con el túnel del Somport (en principio, proyectados como carretera convencional con tercer carril en muchos de sus tramos).

El último presupuesto oficial (datos del Ministerio de Fomento) de los 27,8 kilómetros del enlace Calamocha-Romanos es de 92,9 millones de euros, lo que convierte este proyecto en uno de los más costosos de todo el eje (salió a licitación por algo más de 72 millones de euros). En esta conexión está el viaducto más largo de toda la autovía (el viaducto de Lechago, de 915 metros), y en la actualidad se trabaja contra reloj para llegar a la fecha prevista de inauguración.

Este tramo se ha visto notablemente retrasado por problemas laborales de una de las empresas subcontratadas para su construcción, cuyos trabajadores estuvieron en huelga porque no cobraban su salario. Solventada la crisis, las obras cogieron velocidad, pese a lo cual se rompieron todos los plazos políticos que se fueron anunciando.

El compromiso más optimista lo adquirió el conservador José María Aznar en una visita a Teruel cuando era presidente del Gobierno: garantizó entonces a los agentes sociales que la A-23 entre Zaragoza y Teruel sería una realidad a principios del 2004. La lentitud irreductible de estas grandes obras se impuso y el eje quedará cerrado cuatro años después. El propio enlace que se abre el próximo jueves tenía que haberse finalizado a mediados del 2006. Es la historia repetida de esta gran infraestructura: ha incumplido sistemáticamente todas las previsiones.

La autovía entre Zaragoza y Teruel se inició oficialmente en 1998, por lo que se ha tardado casi una década en ponerle el punto final, lo ha hecho que la responsabilidad de su ejecución recaiga en ministerios de distintos colores. La obra la empezó el PP y la va a terminar el PSOE, justo lo contrario de lo que ocurrió con el eje entre Zaragoza y Huesca.

En los últimos meses, los numerosos usuarios de esta vía (que discurre paralela al trazado de las carreteras nacionales 234 y 330) han tenido

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